La
celebración del Día de la Hispanidad nos ha servido al menos para conocer mejor
a parte de la clase política que parecía llamada a gestionar el futuro de
España. Para que hagan gala de su moral y de su cultura, desde la que juzgan lo
que ha ocurrido quinientos años antes con frases como “vergüenza de un Estado
que celebra un genocidio”, de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; o del
alcalde de Cádiz, José María González “Kichi”, que a estas alturas nos revela
que “nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus
culturas en nombre de Dios”, como si no lo hubiéramos aprendido ya de autores
como Edmundo O’Gorman (“La invención de América”) o Eduardo Galiano, que hoy
día, sin embargo, al hablar de “Las venas abiertas de América Latina”, donde
precisamente documenta el expolio de este continente por la colonización de
España, entre otros países, reniega de esa –son sus palabras- “prosa de la
izquierda tradicional”. Y no porque haya dejado de ser de izquierdas, sino,
simplemente, porque una cosa es lo que se piensa en 1971, cuando publicó la
primera edición de ese libro, y otra lo que se piensa cuarenta y cinco años
después, y no digamos cinco siglos más tarde. Lo curioso es que no hay ningún
Día de la Hispanidad, sino un Día de la Fiesta Nacional, que sin embargo se
conoce popularmente del primer modo no sólo en España, sino también en
Hispanoamérica (y utilizo a conciencia este término y no Latinoamérica, porque
para mí hispano es sinónimo de hermano y latino signo de diferencia), donde no
hay empacho en celebrar el Día de la Hispanidad como tal, como se ha hecho
durante años en países como Argentina o Nicaragua, que ha transformado esta
celebración en un día de vindicación de la lucha indígena. Y no pasa
absolutamente nada. Porque lo importante es explicar el pasado, y no enorgullecernos
o avergonzarnos de él. Sino aprender. ¿No se celebra la Diada o el Carnaval de
Cádiz? ¿Por qué no se va a celebrar el día nacional de España? ¡Es que vivimos
en España! Y qué decir nuevamente de Willy Toledo que, al parecer, en lo único
que no “se caga” es en su propia madre. Pues esta gente es la que más daño le
hace a la izquierda. Las ideas se defienden desde la cultura. Y es desde la
cultura –lo ha dicho en España José Mújica, exguerrillero y expresidente de
Uruguay- como mejor se lucha contra la desigualdad.
IDEAL
(La Cerradura), 18/10/2015
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