La
vida política española es como el día de la marmota, que se va repitiendo una y
otra vez. Hasta el domingo pasado, llovieron las declaraciones de los partidos,
las noticias en los medios de comunicación, los avisos de ruina. Después de las
elecciones catalanas, la naturaleza pareció contagiarse y llovió de verdad
durante una noche entera, para que las calles y los garajes se inundaran y la
atmósfera se limpiara por fin de polución, de gritos, insultos y malos
pensamientos. Pero, calmada la tormenta, volvieron las declaraciones de los
partidos, las noticias casi idénticas en los medios de comunicación, los
idénticos avisos de ruina. Y la gente, claro, también ha seguido exactamente
igual, con los mismos deseos de independencia o de continuidad según quiénes
interpretasen los resultados electorales, pero viviendo en el mismo sitio, sin
moverse de la silla, tratando de descifrar ese misterio constitucional de la
autonomía de las nacionalidades y regiones “dentro de la indisoluble unidad de
la nación española”. No se mueven desde luego de los sillones presidenciales
Mariano Rajoy y Artur Mas, los grandes artífices de este día de la marmota nacional,
atrapados en su propio tiempo, en su propio mundo de sueños identitatiros, que
poco tiene que ver con el real. Y el caso es que hay gente que los escucha y
les hace caso e incluso los vota, quizá porque también quieran vivir en una
realidad paralela, en otro mundo que se encuentra en éste, habitado por seres
desquiciados que no utilizan el autobús o el metro para viajar, sino que se
deslizan por agujeros negros de una nación a otra. Pero aquí estamos hablando
de ellos nuevamente, porque lo que no se ha solucionado en una, dos o tres
elecciones tildadas de plebiscitarias, tendrá que solucionarse en una cuarta. Y
es que padecemos a políticos-marmotas encantados con tener graves problemas en
vez de solucionarlos, porque si no existieran esos problemas tendrían que
trabajar de verdad, arreglando los pequeños problemas diarios de los ciudadanos,
esos que en ciudades marmotas como Granada no se solucionan nunca, y donde se
habla de ellos una y otra vez: que si el Ave y el botellón y el transporte
urbano y el nuevo tramo de la A-7 y el Centro Lorca. Y uno ve las noticias
repitiéndose una semana y otra semana y otro mes y otro año, y ahí siguen el
mismo presidente y el mismo alcalde y el mismo ciudadano que se levanta para revivir,
una vez y otra vez, un único día de la marmota.
IDEAL (La Cerradura), 4/10/2015
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