La
apertura de un expediente “informativo” por la dirección de su partido a la
concejala de Urbanismo del Ayuntamiento de Granada, Isabel Nieto, resulta
sintomática, no sólo de la forma de entender la política en el PP, sino
probablemente también en España. Isabel Nieto sólo ha dicho algo de sentido
común, que si el AVE llega en superficie a Granada nos quedaremos así con él,
pues no se van a hacer obras después para soterrarlo. ¿Y por llevarle la
contraria a la ministra de Fomento la llaman al orden? ¿No es lo normal que los
ediles municipales defiendan los intereses de su tierra? Ésa es de las pocas
gracias que ofrece la organización territorial española, que permite que haya
al menos tres administraciones públicas distintas –estatal, autonómica y local-
que no por estar gobernadas por un mismo partido político tienen que defender
los mismos intereses. A las que habría que sumar una cuarta, la europea, que
marca también sus directrices para que las administraciones españolas las
apliquen en cascada. El propio alcalde de Granada, José Torres Hurtado, se ha
quejado amargamente de las dificultades que tienen los ayuntamientos para
cuadrar las cuentas públicas siguiendo las directrices del Gobierno central, y
probablemente dirá lo mismo el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy,
cuando no tenga a Ángela Merkel delante, aunque le bese la cara y las manos en
el congreso de los populares europeos y presuma de la fortaleza de la economía
española para inaugurar la campaña electoral. Pero toda esta disciplina
jerárquica nos resulta casposa, pues según sea quién la exprese no nos remite a
una pirámide institucional o normativa, sino más bien celestial, donde el favor
no parece ser del presidente o de la dirección de tu partido, sino de un dios
que unge o promueve el favor divino. Y a pesar de Rouco Varela, que le lleva la
contraria al propio Papa, así se siente también Artur Mas, que se proclama mesías
mientras ve cómo entran en la cárcel sus subordinados, por lo que prefiere
aspirar a la justicia divina. Y es que,
como la religión, la política es una hija de la esperanza y el miedo que trata
de explicarle a la ignorancia lo incognoscible, o algo parecido, pues en este
país somos expertos en confundir lo divino con lo humano. ¿No podríamos buscar
un presidente de andar por casa? A eso se dedican Pablo Iglesias y Albert
Rivera, que saltan a nuestros salones desde los platós de televisión. Ay, la
disciplina... Hay que tenerla hasta para poder saltársela.
IDEAL (La
Cerradura), 25/10/2015
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