La
verdad es que no entiendo el revuelo creado por las declaraciones de la
diputada de la CUP Anna Gabriel: “Me satisfaría tener hijos en grupo, en
colectivo”. La realidad es que nuestros hijos ya son criados por la tribu, la
panda o la basca de la pantalla plana. Si uno anda por la calle y no forma
parte de esa tribu, se dará cuenta de que los demás andan cabizbajos, o se
quedan parados, o se sientan en un tranquillo para teclear en ese artefacto que
es el símbolo tribal. De hecho, lo raro es que haya alguien en España que no
forme parte de alguna tribu. La propia señora Gabriel, con ese peinado a lo
Playmobil, los pendientes, la camiseta negra, los vaqueros y las botas, forma
parte de la tribu de los neoalternativos, a los que les da igual vivir en una
nueva república catalana o en una aldea de la Galia con la única condición de
compartirlo todo, desde el sexo a los hijos; menos las ideas, claro, que no
pueden mezclarse, pues las de esa tribu son tan buenas y exclusivas que para
ejercerlas necesitan un territorio propio. Pero también en el territorio común
abundan las tribus de toda índole. Si allá por los felices ochenta, había
pijos, rockabillies y punkis, hoy abundan sobre todo los hijos de su madre,
esos que, independientemente de la clase social, se aprovechan del sistema y
luego se llevan el dinero a Panamá o a un ático, ya se dediquen a la política o
a la farándula, las dos ocupaciones preferidas de estos abundantes especímenes
urbanos. Luego, sin llegar a esos extremos, tenemos las tribus políticas, que
no necesitan vivir en un territorio propio, aunque están encantados con
convertir a las comunidades autónomas en reinos de taifas –si están gobernadas
por su propia tribu- y que son incapaces no ya de llegar a un acuerdo de
gobierno, sino de rebajar los gastos de la nueva campaña electoral. Porque eso
sí, las tribus políticas no son expertas en solucionar los problemas del país
–que suelen confundir con los problemas de su tribu-, pero sí lo son en dar el
coñazo, para lo que no escatiman medios económicos y materiales, e incluso en
robarle el tiempo a los ciudadanos. Total, para el caso, la mayoría forma parte
de la tribu de la pantalla. Ay… para que luego digan que no nos socializamos.
Qué divertida es esta horda, cábila, clan, familia, casta, estirpe, raza,
linaje o fratría que llamamos España.
IDEAL
(La Cerradura), 15/05/2016
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