Treinta
y siete millones de euros es la cifra por la que Jiang Lizhang, de la compañía
china Wuhan Double, va a comprar el Granada Club de Fútbol. La misma cifra que
te podía tocar esta semana en la primitiva y que le hubiera gustado ganar a
algún hincha para impedir tamaño desbarajuste. Y no es que Gino Pozzo fuera de
nuestro gusto, pero al menos era italiano, se dice la hinchada, y tenía a
algunos granadinos al frente de la gestión deportiva. Es un símbolo de lo que
ocurre en esta ciudad, donde el capital humano suele emigrar y el capital
económico suele estar invertido a largo plazo. Granada ha vivido durante siete
años el sueño de ser una ciudad de primera división, pero Jiang Lizhang y Pere
Guardiola, que ha estado implicado en la negociación, han venido a recordarnos
que más bien vivimos en un pueblo mantenido por el turismo y los caprichos de algunos
empresarios. Pere Guardiola, que tiene en los negocios la brillantez de su
hermano Pep en los campos de fútbol, ya le vendió a esta compañía china el 46%
de su agencia de representación de jugadores, Media Base Sports, por cuarenta
millones de euros, más de lo que al parecer vale el Granada Club de Fútbol, que
sigue el camino del Atlético de Madrid, el Valencia o el Español. Más allá de
su historia, los equipos de fútbol se han convertido en marcas comerciales, y
son comprados por grupos de inversión que también compran las alegrías del
pueblo, aunque sólo sean futbolísticas: “Ay Granada tu eres mi alegría, Granada
yo soy tu afición, tus colores son los rojos y blancos, jugaremos con el corazón.
Ay Granada, Granada, Granada, a los Cármenes venimos todos, te cantamos con
todas nuestras fuerzas, somos el número doce de tu alineación…” Y será curioso
ver en el palco de autoridades a estos productos colaterales de la China
comunista. Menos mal que al frente del
equipo van a poner a Jorge Sampaoli, ilustre entrenador argentino. Lo mismo
consigue que en el Granada se retire Leo Messi. O su hermano. ¿Alguien se
acuerda de que aquí jugó Lalo Maradona? De hecho, el propio Diego Armando jugó
un partido con el equipo, y yo vi en el viejo estadio de Los Cármenes cómo
metía un gol de falta contra el Malmoe sueco. Fue el dieciocho de noviembre de
mil novecientos ochenta y siete. Me acuerdo porque fue la última vez que fui a
un estadio para ver un partido de fútbol. Porca miseria.
IDEAL
(La Cerradura), 29/05/2016
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