En
España, la impunidad se ha convertido en algo natural. Lamentablemente, lo
hemos aprendido bien. En un país donde para parte de la población continúa
siendo un tabú hablar de los crímenes del franquismo, es difícil que pueda
existir una cultura del reconocimiento de los errores. Y así puede explicarse
que la secretaria del PP, María Dolores de Cospedal, se refiera a la trama
Gürtel como un cuento ocurrido “hace muchos muchos años” o que la
vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, afirme que su partido
es el primer interesado en que se esclarezcan los hechos y se condene a los
culpables, cuando lo cierto es que el PP ha pedido la anulación del juicio
alineándose con la defensa de los acusados. Francisco Correa ha explicado que
se trataba de una mafia institucionalizada bajo la presidencia de José María
Aznar, algo que, por otra parte, sospechaba la mayoría de los españoles. El
cobro de comisiones y tantos por ciento por la adjudicación de contratos y la
realización de obras públicas era una costumbre española, algo en lo que era
una verdadera maestra la CIU de Jordi Pujol, con el que Aznar hablaba en
catalán en la intimidad. ¡Ay, qué tiempos aquellos en que los nacionalistas
eran imprescindibles para el gobierno de España! Y eso que los beneficios de
tanta generosidad algunas familias nacionalistas se los llevaban a Andorra. ¿Se
trataría de otra práctica institucionalizada? A juicio de la UDEF (“qué coño
será eso”, exclamó Correa), sí; y, sin ir más lejos, también en Granada, donde
ochenta años después nos sigue llamando la atención que se busquen los restos
de Federico García Lorca. Pero aquí asimismo se impone la negación, y es otra
costumbre muy granadina contar a la parroquia en el bar lo que nunca le contarías
a un juez ni a tu mujer en casa. Así es como la gente pudiera enterarse de si
el exalcalde u otras personas recibieron presuntamente comisiones por la
adjudicación de obras, si se hicieron tratos de favor o si se gestionó el área
de Economía de una forma desastrosa, aunque luego los responsables se permitan
reprocharle al actual equipo del gobierno municipal que suban los impuestos.
Porque quizá, cuando eran pequeños, eran de esos niños que, después de un
estropicio, exclamaban: “¿He sido yo?” Y al parecer, nadie les dijo: “Pues sí,
has sido tú, hijo de tu madre”. Y es lo que todavía se siguen preguntado,
aunque, ahora, la cara de tonto, se nos quede a todos los españoles.
IDEAL (La
Cerradura), 16/10/2016
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