Si
atendemos a las noticias, éste debe haber sido uno de los fines de semana más
felices para las familias españolas, que habrán dedicado su tiempo libre a
jugar, leer y visitar museos. Padres e hijos habrán hecho muchas cosas juntos
por fin, y los primeros no habrán dejado aparcados a sus vástagos frente a una
pantalla, una consola o en cualquiera de las múltiples actividades
extraescolares. Porque denuncian que a nuestros hijos les mandan demasiados
deberes en el colegio, e independientemente de que sean alumnos de primaria,
secundaria o bachillerato se han visto obligados a hacer una huelga de deberes
(sic), lo que amenazan con repetir todos los fines de semana del mes de
noviembre. Y es que los padres, que al parecer son los que hacen los deberes
con ellos, han decidido que ya está bien. Que llegan derrengados a casa después
de la jornada de trabajo para que encima tengan que dedicarles un par de horas
a los deberes del niño o la niña. Y encima también tienen que dedicarles más
tiempo los fines de semana, como si fueran sus hijos, oye. Que esto es un
sinvivir. Cuando tenían programadas una excursión a los Cahorros, una visita a
la Alhambra y otra al Parque de las Ciencias, por no hablar de los recitales
del domingo en casa del vecino, que es uno de los mil quinientos poetas que hay
en Granada. Si el niño se pasa las tardes viendo series de televisión mientras
trasiega bocadillos de Nocilla es otro tema. Coño, tendrá que descansar después
de wasapear todo el día a ritmo de vértigo. Pero ¿quién ejerce aquí el derecho
a la huelga, los padres o los hijos? ¿No estarán los primeros derivando su
responsabilidad en los hijos y la familia al completo en los profesores y el
sistema educativo? Porque habrá profesores que manden demasiados deberes, pero
también hay padres con una obsesión enfermiza por el aprendizaje y las notas de
sus hijos, a los que ven como caballos de carreras y a los que someten a una
presión insoportable para que sean mejores que el contrario, ese al que antes
se llamaba compañero. Nada que no pueda arreglarse con una charla con el
profesor o el hijo, para llegar a un razonable punto medio. Pero claro, “los
deberes pertenecen a un modelo educativo caduco, basado en libros de texto”. Y
como nuestros hijos son “nativos digitales”, preferimos otro modelo que cree
analfabetos integrales, esos que no leen nunca, como la gran mayoría de los
padres. Estudiar cansa.
IDEAL (La
Cerradura), 6/11/2016
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