domingo, 27 de noviembre de 2016

Catedrales

La inauguración del Nevada Shopping nos ha recordado nuestro gusto por las nuevas catedrales, esos centros comerciales donde la gente se encierra para practicar la religión de nuestros días: el consumo. Una religión que nos lleva a soportar alegremente el martirio: atascos, colas y ambientes congestionados como una cámara de gas, pero todo sea para comprar los productos de las grandes marcas, que para eso han invertido buena parte de su presupuesto en publicidad. Estos centros están diseñados como ciudades en miniatura, por lo que uno podría muy bien vivir en ellos y no conocer otra realidad, y es fácil imaginarse un mundo catastrófico donde la humanidad permanece encerrada en cápsulas de cristal y acero. Así, esta semana he escuchado en el autobús las conversaciones de muchas personas que habían planeado acudir al Nevada durante el fin de semana, no a la sierra del mismo nombre, sino a ese bodrio que se alza en mitad de la Vega y que ha ocupado las portadas de los periódicos por los procesos judiciales que paralizaron su apertura. Si uno repasa las hemerotecas, la construcción del centro comercial ha estado asociada fundamentalmente a noticias sobre “el clan de Armilla”; la condena primero, por la vía penal, a quince meses de cárcel y ocho años de inhabilitación para cargo público a los seis miembros de la Junta de Gobierno Local que aprobó el planeamiento urbanístico del centro comercial y a su promotor, Tomás Olivo; y después, las sentencias del TSJ y del TS que consideraron legal la licencia de obras otorgada por el ayuntamiento y la condena a la Junta de Andalucía al pago de una indemnización de 157, 4 millones de euros. Pero la gente se olvida pronto de esas cuestiones, y más cuando te someten a un proceso de lobotomización cerebral que pasa por el Black Friday, la campaña de Navidad y las rebajas. Y ahí tenemos el resultado: un ejército de zombis que han entregado su alma a una tarjeta de crédito. Pero ¿habrá eliminado el arzobispo de Granada con su bendición las dudas sobre la legalidad de la construcción y apertura del centro? ¿Se convertirán los compradores practicantes en santos? Las imágenes de la inauguración son dignas de una película de Luis García Berlanga, y sólo faltó una procesión en la que se pasease la imagen de Don Dinero, ese bien tan preciado que no nos sirve de nada hasta que nos deshacemos de él. La nueva catedral de Granada ha costado 480 millones de euros y bendiciones. La salvación está cerca.

IDEAL (La Cerradura), 27/11/2016

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