Si
en Granada los ciudadanos afrontasen todos los problemas como el de la fusión
hospitalaria, hace tiempo que la ciudad sería una capital europea, moderna y
bien comunicada. Pero son muy pocas cosas las que nos preocupan de un modo
esencial, y en la mayoría de las ocasiones nos dejamos llevar por la inercia o
la apatía, nos preocupamos por el qué dirán o por la disciplina de partido. Lo
ha demostrado Paco Cuenca, que ha perdido una oportunidad magnífica para
encabezar las manifestaciones y erigirse como el alcalde de Granada y no como
un mero representante del PSOE andaluz, que es lo que parece ahora. Pero es un
mal endémico de los políticos españoles el creer que no se deben a los
ciudadanos, sino a su partido. De ahí que nuestras Administraciones públicas y
las instituciones en general sean ineficaces, y que para tomar cualquier
decisión se sientan agarrotadas, si no artríticas, por muy joven que sea aún
nuestra democracia. Porque sobre los responsables públicos pesan demasiadas
consignas y pleitesías, y apenas saben desenvolverse solos, ya que antes deben
despojarse de esa camisa de fuerza mal llamada disciplina de partido. La
disciplina es otra cosa. Es poder elegir libremente entre las opciones posibles
y poner todo tu empeño en la que crees más justa. Es tener el coraje de
llevarla a cabo independientemente de lo que piensen –o te manden- los demás.
Sin embargo, lo habitual es que nuestros políticos no actúen según sus
convicciones personales, sino siguiendo las directrices del partido, y de ahí
la desconexión existente entre estas organizaciones y los políticos en general
con los ciudadanos. Actualmente, en España, las noticias políticas destacadas
no son sobre las propuestas de los partidos para afrontar los problemas
económicos y sociales, sino sobre las guerras de poder internas o los métodos
para elegir a los candidatos, desde el PP a Podemos, pasando por el PSOE, IU y
Ciudadanos. Y cómo nos aburren los conflictos entre Susana Díaz y Pedro Sánchez
o Patxi López, entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón o entre Sebastián Pérez y
Juan García Montero, por darle color local a esta telenovela. A los ciudadanos
lo que nos importa es que nuestros políticos trabajen para solucionar los
problemas de la sociedad. Y si para eso hace falta encabezar manifestaciones,
pues allí deben estar. Granada ha sido una ciudad tan apática y disciplinada
que parecía una estatua. Hasta ahora. Pues el movimiento popular y la fuerza de
sus reivindicaciones han contagiado hasta a Sevilla y Málaga. Eso es hacer
política.
IDEAL (La
Cerradura, 22/01/2017)
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