La
realidad tiene grietas por las que asomarte a mundos diferentes que, sin
embargo, recorres todos los días. Lo saben bien Juan Enrique Gómez y Mercedes
S. Calle, que semanalmente descubren para los lectores de IDEAL la
biodiversidad que habitamos. Así puede uno olvidarse de todas las maldiciones y
catástrofes asociadas al villano Donald Trump –tiene que haber uno nuevo cada
año- con sólo asomarse al río Darro, donde quizá, en los torrentes cercanos a
Plaza Nueva, una trucha emerja del agua en ese instante para atrapar la larva
de un insecto. Y si como escriben los periodistas, “estos salmónidos han
encontrado las condiciones idóneas para mantenerse bajo los muros de la calle
más bonita del mundo”, ¿no podrían hacerlo los granadinos? Pues se ve que no,
si atendemos a las declaraciones en un programa de televisión del exalcalde
José Torres Hurtado, que ha asegurado que personas como Sebastián Pérez le “han
fusilado políticamente en las tapias del cementerio”. ¿Cómo puede decir
semejante boutade alguien investigado por corrupción en una ciudad donde
realmente se han asesinado a alcaldes por sus ideas políticas? Y es que el
ayuntamiento también ha acogido a algunas especies en extinción, aunque su
comportamiento invasivo lo sufrieran todos los ciudadanos. Porque la idea de
Torres Hurtado de la justicia nos ha quedado clara al afirmar que hace falta la
orden de un político para que actúe la policía y no, como es el caso, una acumulación
de indicios que han llevado a la magistrada instructora del caso Nazarí a
ordenar su detención y la de otras dieciséis personas. No, eso ocurría en la
época franquista, en la que, efectivamente, a los alcaldes democráticos los
fusilaban en las tapias del cementerio. Pero es así como reescribimos la
historia de España. Devaluándola hasta convertirla en chascarrillos con los que
alimentar seudotertulias televisivas. Y resulta vergonzoso que las personas
implicadas en casos de corrupción suelan escudarse en persecuciones políticas
desacreditando así al poder judicial, la existencia del derecho penal y de paso
la misma democracia, simplemente porque estaban acostumbradas a hacer lo que
les daba la gana. Hasta que un día, claro, te detienen en tu propia casa, sobre
cuya construcción también hay dudas legales. Pero es una manía persecutoria,
como que otra acepción de la palabra trucha sea: “individuo que obra con astucia
para obtener lo que desea sin tener en cuenta el perjuicio que puede causar a
los demás”. De ahí que los turistas que pasean por la carrera del Darro exclamen
a veces: “¡Menudas truchas hay en Granada!”.
IDEAL (La
Cerradura), 29/01/207
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