domingo, 9 de abril de 2017

Bendiciones

En el comienzo de la Semana Santa han sonado las trompetas marciales de Donald Trump, que ha pedido después la bendición de Dios para el mundo entero a través de su cuenta de Twitter. Si la relación del presidente de EE.UU. con la religión es como la que mantiene con el derecho internacional, podría decirse –con Ambrose Bierce- que cree en Dios, pero se ha reservado el derecho de adorar al diablo. Así que, ¿son bendiciones o maldiciones las de Trump? La política internacional resulta aún más asombrosa que la nacional y la local. Es como si la progresión de disparates a que estamos acostumbrados fuese geométrica, en vez de aritmética. Quiebre usted un ayuntamiento –el de Granada, sin ir más lejos- y a unos cuantos miles de kilómetros de distancia se abrirá un agujero en la tierra que se tragará a una ciudad entera. Es el efecto mariposa, un concepto de la teoría del caos, que parece reinar en estas fiestas presuntamente religiosas. Las procesiones son esencialmente melancólicas, pero hay quien las vive con un tono festivo, como hay quien aplaude las decisiones de Trump. ¿Creemos en la ceremonia de la muerte y la resurrección? Si volvemos a las cuentas municipales, es una procesión la que lleva el exalcalde de Granada, José Torres Hurtado, por juzgados y tribunales, mientras el nuevo alcalde, Paco Cuenca, se pasea por ferias y foros sin tomar ninguna decisión de peso, ni siquiera para poner un parche a los destrozos que causó en la economía municipal el antiguo equipo de gobierno, pues ha tenido que prorrogar los presupuestos. ¿Por qué tienen que pagar los ciudadanos el agujero de la LAC con un aumento del precio del billete? ¿Por qué no lo pagan Torres Hurtado y Telesfora Ruiz de su bolsillo? Si la responsabilidad política de alcaldes y concejales fuese también una responsabilidad patrimonial, quizá nos libraríamos de esta procesión de ídolos, confundidos por el misterio de la política. Mientras tanto, puede ser el Ministerio de Hacienda quien termine levantando el cadáver de la economía municipal, con una intervención que llevará aparejada una subida del 40% de los tributos locales, casi una resurrección impositiva. Y viendo la incapacidad de todos los ediles municipales para llegar a acuerdos, acaso fuera mejor que sólo los funcionarios se ocupen de la gestión de los recursos locales. Al menos ahorraríamos en corrupción, salarios y titulares de prensa. Aunque quizá no pongan tanta pasión en su trabajo como estos días inundará las calles, entre aromas a incienso y azahar. Somos unos santos.

IDEAL (La Cerradura), 9/04/2017

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