Las
aguas del Mediterráneo, vistas desde un barco, no son distintas a las de otro
mar: de un azul brillante al medio día, cuando están en calma, como si fuesen
acumulando toda su fuerza; oscuras al atardecer, con la marejada, con penachos
blancos sobre las olas que ululan y se quejan antes de chocar con el casco.
Pero sí son distintas para quien tiene que cruzarlas necesariamente, pues de
ello depende su vida, y entonces cobra mucha más importancia el tiempo, más
allá de las licencias poéticas, por si la marejada se transforma en un
temporal. Quien quizá haya atravesado cuatro o cinco fronteras soportando
vejaciones de todo tipo, debe enfrentarse a una más, y en esta última son más
importantes las leyes atmosféricas que las de una Europa convertida en una
fortaleza. Pero qué difícil es alcanzar el mar. En estos días en que nos
preocupan tanto las resoluciones judiciales a propósito de Cataluña, España ha
sido condenada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo a
indemnizar con 5.000 euros a dos personas que cruzaron de manera irregular la
valla de Melilla y fueron devueltas a Marruecos en contra de su voluntad. Lo
que se denomina “devoluciones en caliente”, pues ni siquiera se comprueba la
identidad de los migrantes, que no reciben asistencia legal o médica. Supongo
que para N.D. y N.T., ciudadanos de Mali y Costa de Marfil, el cobro de esa
indemnización será como si les tocase la lotería, y el Gobierno español hará
bien en pagarla cumplidamente, aunque ya dedique muchos recursos al equipo de
Salvamento Marítimo, que tiene como principal objetivo salvaguardar la vida
humana en el mar, algo que no hacen otros países europeos. Son las dos caras de
España, que se muestran en muchos aspectos de la vida social y política, donde
lo mismo asistimos a actuaciones solidarias que a otras que revelan más bien el
racismo y la xenofobia. Al parecer, ya nadie se acuerda del drama de los
refugiados y del compromiso de acogida de los países europeos, como España, que
apenas ha recibido al 12% de la cifra pactada. Estamos demasiado preocupados en
salvar la integridad del país y porque parte de la burguesía catalana aliada
con sus enemigos naturales no hagan saltar nuestras fronteras por los aires. Parece
increíble. Unos tienen tanto que necesitan habitar un país exclusivo. Otros
tienen tan poco que les vale cualquier lugar para vivir. Y es que, según desde
dónde mires, fronteras y derechos pueden ser sólo algo imaginario.
IDEAL (La
Cerradura), 15/10/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario