Probablemente,
si la responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas afectase a
quienes las gobiernan, no tendríamos al Ayuntamiento de Granada en quiebra
técnica, ni el Gobierno de la Generalitat hubiera despilfarrado tantos recursos
de todos los ciudadanos catalanes para celebrar hoy domingo un referéndum sí o
sí. Los políticos españoles suelen tener una idea muy vaga de lo público, y
otra prueba de ello la tenemos en los alcaldes de la Costa Tropical, que se han
alegrado esta semana de que el TSJA suspenda por un defecto de forma el decreto
de la Junta de Andalucía que prohibía construir a menos de 500 metros de la
costa. Los ediles afirman que van a construir 1.600 viviendas entre Albuñol y
La Herradura, hoteles en Torrenueva en primera línea de playa y más
invernaderos en la franja litoral de Carchuna-Calahonda, según informaba Laura
Gautier en IDEAL. Si se trata de entornos naturales protegidos, al parecer no
importa, como tampoco que la Junta prosiga con la prohibición y la vía judicial
y más adelante tengan que derribarse las nuevas construcciones, como ocurrirá
en breve con el Hotel Algarrobico en Almería. ¿Y quién pagará esas obras? La
misma responsabilidad, incluso penal, que se exige a los administradores por la
comisión de infracciones o negligencia en el cumplimiento de las obligaciones
de las sociedades mercantiles, debería exigírseles a los responsables públicos.
Porque si tuvieran que pagar las facturas que extiende su ego, presidentes,
consejeros y alcaldes se pensarían dos veces ponerse la ley por tricornio (y
que viva la Guardia Civil). Pero el mayor patrimonio español es el ego, que no
entiende de nacionalidades ni regiones, y así, llevamos demasiado tiempo ya
asistiendo a conflictos más personales que políticos, que han contagiado a
tertulianos, periodistas y hasta jugadores de fútbol, que pasan muchas horas
ante el espejo arreglándose el tupé. ¿Quién tiene el tupé más largo, Gerard Piqué
o Cristiano Ronaldo? Lamentablemente, no creo que sea hoy el tipo de disyuntiva
que se plantee en las calles de Barcelona, donde han llegado radicales de toda
Europa para montar una gran jarana. La ciudad que ha sido símbolo durante años
de lo mejor de la cultura española, hoy no lo será de la libertad, sino de la
incultura y el populismo. Y a partir de mañana, todo habrá cambiado para que
sigamos exactamente igual. Eso sí, habrá que decidir quién paga las facturas de
tanta juerga. ¡Con menuda resaca se van a levantar algunos el lunes tanto en
Cataluña como en Madrid!
IDEAL (La
Cerradura), 1/10/2017
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