Si
nuestra sociedad es un reflejo de las personas que vivimos en ella, lo de
España podría definirse como una esquizofrenia territorial, que abarca desde
los nacionalistas catalanes a los granadinos melancólicos que pretenden
proclamar la comunidad autónoma de Andalucía Oriental, pasando por los
estudiantes del segundo, que han decidido plantar marihuana en el balcón en vez
de una bandera, pensando que quizá coloquen lo mismo. Y es que estábamos
acostumbrados a que los partidos hicieran de las Administraciones públicas su
cortijo –qué bien lo cuenta Bárcenas-, pero viendo que la justicia a veces
funciona, hay quien prefiere un territorio exclusivo donde no haga falta cobrar
en negro y las leyes sean también a la carta. Menuda revolución. Más simpatías
me produce la protagonizada por doscientos jornaleros de los invernaderos de
Albuñol, según informaba Mercedes Navarrete en IDEAL esta semana. Trabajadores
marroquíes, senegaleses y rumanos que, ganando 3,75 euros la hora y sin cotizar
a la Seguridad Social, no creo que les dé para declarar una república. El
Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) denuncia las lamentables condiciones
laborales, pero la Unión de Agricultores y Ganaderos de Andalucía (COAG) lo
niega. A mí me gusta uno de los lemas de esta rebelión: “Si te explotan, no
explotes. ¡Cumple con el convenio!” ¿No sería extrapolable desde la Costa
Oriental de Granada a la Costa Brava? Como las declaraciones de la alcaldesa de
Albuñol, María José Sánchez: “No voy a permitir que rompan la paz social”. Y es
que la paz se ha convertido en un lujo, como la idea de Estado que Platón
expresaba en “La República”, donde los más sabios han de ser los gobernantes y
cada uno debe cumplir su función. ¿Saben nuestros gobernantes las funciones que
tienen? No parecen saberlo Carles Puigdemont ni Mariano Rajoy; ni siquiera
Francisco Cuenca, reprobado en el pleno del Ayuntamiento. Pero ¿para qué lo
reprueban, si va a continuar siendo alcalde? Algunos políticos disfrutan
generando noticias y convocando ruedas de prensa para estresar a los
periodistas, ya que su amor propio –salvo el de la digna dimisión- no tiene
medida, aunque algunas informaciones en comparación resulten ridículas. A
Platón le hubiese gustado que coincidiesen la filosofía y el poder político en
el gobierno de las ciudades, pero actualmente lo más parecido a esta filosofía
es el eslogan de una conocida marca de muebles que proclama “la república de tu
casa”. Y hay quien se lo toma en sentido literal. Sin embargo, a veces vale más
reconocer nuestra dependencia que declarar la independencia.
IDEAL (La
Cerradura), 29/10/2017
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