Vivimos
en una sociedad que se traga todo con los ojos cerrados. Salvo excepciones,
apenas existe una reflexión sobre los sucesos que, por el mero hecho de ser
noticiosos –y por muy condenables que sean- hay a quien le parecen dignos de
emulación. Después de las manifestaciones en las calles por la puesta en
libertad de los miembros de La Manada, la policía ha detenido por violación
de una menor en Gran Canaria a otros cinco animales que no han dudado en
llamarse La Nueva Manada, término que gritaban eufóricos en la misma
comisaría donde eran interrogados. ¿Qué sociedad estamos creando? Para algunos
la realidad es un videojuego donde no hay noción del bien y del mal, y quizá
contribuya a esta confusión general el tratamiento sensacionalista que las
televisiones públicas y privadas les dan a estos delitos. ¿Le importan a la
opinión pública las declaraciones de un violador? ¿Tienen los periodistas que
esperar o perseguir a los criminales a la puerta de su casa o del juzgado? ¿Son
estrellas de cine? ¿Tienen algo que aportar? De los condenados o puestos en
libertad por decisiones judiciales los medios de comunicación deberían decir
poco, y no contarnos su vida y sus costumbres, que no nos interesan. Pero al
parecer hay a quien sí le interesan, y entonces da igual si se trata de
personas condenadas por la sociedad o por el poder judicial, sino de si salen
en los medios de comunicación o en las redes sociales, y que según el
pensamiento débil se han convertido en famosos cuyo comportamiento hay que
imitar. Porque lo que importa es aparecer en una pantalla a cualquier precio, y
por eso las jaurías han grabado las violaciones y las vejaciones y las han
compartido, como hacen muchos adolescentes españoles, que graban los abusos que
comenten en el colegio o en el instituto, porque es un comportamiento que han
aprendido bien, como otros adolescentes norteamericanos convertidos en asesinos
y deseosos de inmortalizarse después de asesinar a sus compañeros. ¿Exagero?
Cuando uno camina por la calle, lo raro ya es encontrarse con alguien que mire
por dónde va. Porque la mayoría va mirando la pantalla del móvil, leyendo,
supongo, el mensaje que no puede esperar, la imagen asombrosa y el vídeo
divertidísimo, el selfi que te diga quién eres. El comportamiento social, como
el pensamiento, se ha vuelto plano y digital. Estamos sustituyendo la razón y
los sentimientos por simples emoticonos. Pero hasta los emoticonos pueden
convertirse en meras muecas, cuando no en calaveras.
IDEAL (La
Cerradura), 1/07/2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario