Hay
personas adictas al juego que terminan incapacitadas judicialmente por no saber
gestionar sus recursos. A algunos políticos y otros diletantes les ocurre lo
mismo, pues no saben vivir sin el aplauso ajeno. Gestionan su imagen pública
como si se tratara de un fondo de pensiones o una SICAV, donde los “me gusta”
de sus seguidores contribuyen a que suba o baje su cotización social. Se les
nota en la pose, en la cara de foto, con gafas o sin gafas, pensativos o
despiadados, tocándose la sien con el dedo o metiéndolo hasta el éxtasis en
alguna parte que no vemos, en aviones y barcos, motocicletas y todoterrenos, en
lugares sofisticados o exóticos. Naturales no parecen, como tampoco lo es tener
que ir a votar para elegir presidente del gobierno tantas veces como el cántaro
que va a la fuente y se rompe, no, ¡estalla! Yo votaré en blanco, como en la
novela de Saramago, y pondría algún apelativo en la papeleta si no fueran a
declarar el voto nulo. “Las elecciones las carga el diablo”, ha dicho
tópicamente Pablo Casado; pero yo creo, como Raúl del Pozo, que cada uno es su
propio satanás cuando va a votar. Si es que va. Porque las elecciones las
cargan los políticos incompetentes, que deberían pagarlas de su bolsillo. O al
menos habría que penalizar a los partidos políticos, para que no recibieran
subvenciones públicas. El deber constitucional que tienen los ciudadanos de
contribuir al sostenimiento de los gastos públicos no justifica tener que
sostener los vicios de algunos. Después de una pulsión, el poder puede
convertirse en un vicio, y quien lo ejerce torticeramente debería ser
condenado. Quien clama por la igualdad y el progreso cuando la igualdad sólo la
reconoce en sus amigos y el progreso en la ascensión personal quién sabe adónde.
Herederos de Marisol, estos ludópatas han convertido España en una tómbola, y
quieren que vayamos a jugar otra vez al bingo, a ver si a la cuarta acertamos
con nuestro cartón, que está relleno de aburrimiento. Sin embargo, las redes
sociales, cazadoras de brujas, no ponen el mismo ímpetu en condenarlos como a
aquellos que se visten de Aladino. Será porque las plataformas también están
disfrazadas de sí mismas: un gran holograma dibujado con algoritmos. Si la
imagen fuera reconocible, tal vez sea la de Donald Trump, que juega con la política
como si quisiera provocar la tercera guerra mundial. Quizá, lo que no sepa, es
que en realidad juega a la ruleta rusa. A votar.
IDEAL (22/09/2019)
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