Si
al Gobierno de España no le preocupa el gasto extra que supone la convocatoria
de unas nuevas elecciones, a las comunidades autónomas tampoco les importa los
ingentes recursos que invierten para diferenciarse en la educación, por
ejemplo, donde los libros de texto que compran este mes con esfuerzo las
familias se han convertido en una crónica del disparate. Así, en Andalucía se
ha recomendado a los editores que la Geometría se explique con referencias a la
Alhambra; en Cataluña, se enseña Historia negando la existencia de los Reyes
Católicos; en Canarias, se explica Geografía obviando los ríos, ya que no hay
en las islas, y en Valencia se enseña Lengua obviando a Lázaro Carreter, porque
al hombre se le ocurrió decir que el valenciano es un dialecto del catalán. Lo
han denunciado esta semana los editores españoles, que claman contra las 17
comunidades autónomas y las 1.700 normas jurídicas que estas han dictado
–decretos, órdenes, circulares- para que se elaboren los libros de texto o, lo
que es lo mismo, para crear una cultura inexistente. Como se ve que la gente
lee poco, lo importante es definirse en lo poco que lee, ya se trate de textos
impresos en papel o en las redes sociales. De este modo, para explicar el caos
de la política española se ha puesto de moda la expresión “el relato”, que equivale
a una expresión del marketing, el “storytelling”, que consiste en contar una
historia personal para llegar a la audiencia. Es lo que hace el PSOE con sus
370 propuestas de pacto, que son 370 mentiras, porque lo que está planteando es
un programa electoral. ¿Y cuál es el relato de las comunidades autónomas? Pues
construir una identidad mítica para marear a la gente. Con ese planteamiento, no
es de extrañar que los niveles educativos estén bajo mínimos y que nuestros
adolescentes tengan una idea tan vaga del país en que viven, aunque algunos
todavía lo sigan llamando España. Pero hay quien habla de Sánchezlandia,
Riveralandia, Iglesiaslandia o Casadolandia; incluso hay una Abascalandia
enterrada en el Valle de los Caídos. ¿Cuánto les costará a los españoles tanta
publicidad engañosa? Definida como aquella que, por cualquier medio, incluida
su forma de presentación, puede inducir a error a sus destinatarios o modificar
su comportamiento económico, nuestros políticos no se dedican a otra cosa. Por
eso nos tratan como consumidores de anuncios y no como ciudadanos. No hacen
política, sino que idean nuevos productos. Su idea de la democracia es un
mercado de votos.
IDEAL (La Cerradura), 8/09/2019
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