No
me sorprende excesivamente la histeria demostrada por políticos y periodistas
de algunos medios de comunicación por la investidura de Pedro Sánchez y su
gobierno de coalición con Unidas Podemos. Venimos de donde venimos, y el miedo
a los monstruos rojos se inculcaba no hace tanto tiempo en los cuadernos de
urbanidad en los colegios. Es un miedo, sin embargo, que ya no cala en la
juventud española, que es la que probablemente ha hecho posible este cambio en
el ejecutivo, y quizá sea un dato para tener en cuenta. Vox es un espejismo, y
el PP va camino de convertirse en una fuerza política poco representativa si
sus portavoces en el Congreso, con Pablo Casado a la cabeza, parecen
caricaturas del pasado. Por otra parte, agitar el fantasma de Cataluña no es nada
bueno, y tampoco para el resto de las comunidades autónomas españolas. Aparte
de la opacidad con que han llevado las negociaciones de investidura, lo que sí
puede reprocharse a Pedro Sánchez y a sus socios en el Gobierno es que pacten
con la ignorancia. El empeño en negar la importancia del Estado autonómico y
cambiar el adjetivo que pretenda volver a apellidarlo aun vaciándolo de
contenido será un lastre difícil de arrastrar. Porque los estatutos son
verdaderas normas constitucionales aprobadas por los parlamentos autonómicos y
luego por el estatal y, si como dice Otegui, en la mesa de negociación que
también reclama al Gobierno para el País Vasco “va a estar la plurinacionalidad
y la autodeterminación y no va a haber Estatutos”, lo que no habrá será autonomía
política, como ahora existe de manera plena a través del Estatuto y el
Concierto vasco y los sucesivos pactos de investidura. ¿Por qué no se analizan
las competencias de las comunidades autónomas, su poder tributario, su
autonomía política, los mecanismos de solidaridad o las ayudas europeas? ¿Qué
país federal de Europa puede acercarse tan sólo un poco al nivel de
descentralización que hay en España? Pero nuestros políticos parecen más
preocupados por volver a crear los Reinos de Taifas. ¿Repúblicas o
minimonarquías parlamentarias? León quiere independizarse de Castilla y Granada
de Sevilla. ¿No estábamos mejor con el Califato de Córdoba? Está claro que,
según Ortega Smith, no, pues en la fiesta de la Toma afirmó que “la reconquista
aún no ha terminado”. Todo sea para que, a pesar de la UE, la gente pueda hacer
lo que le dé la gana. Eso sí, desde la más pura dependencia europea, que no
autonómica ni plurinacional.
IDEAL (La Cerradura), 12/01/2020
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