La
política saca lo mejor y lo peor del ser humano. Vista desde fuera, parece un
laboratorio en el que un demiurgo –las grandes corporaciones, un consejo de
expresidentes mundiales, alguna inteligencia cósmica- moviese los hilos, porque
en cuanto las personas se enredan en ella pierden la voluntad, olvidan su
origen y la forma de pensar y la capacidad de tomar sus propias decisiones. Los
matrimonios se deshacen, se alternan las parejas de hecho y las alianzas, pero
hay algo que no cambia: la lógica del poder. Es la única regla válida para
explicar lo que pasa. Que en Granada siga Luis Salvador como alcalde con el
apoyo del PP, aunque su candidato a las últimas elecciones municipales,
Sebastián Pérez, haya dejado la presidencia del partido y la aspiración a
alternarse en la alcaldía, pero no su acta de concejal. O en el Gobierno de
España, la deriva errática de Pedro Sánchez respecto a Podemos y al PP, a cuyo presidente,
Pablo Casado, ha invitado al Palacio de la Moncloa, aunque hubiera dicho antes
que con él no iba ni a tomar un café. Pero claro, lo mismo había dicho de Pablo
Iglesias, y ahí lo tenemos como vicepresidente del Gobierno, estratega
imprescindible para las negociaciones nacionales e internacionales, ya sea con
los sindicatos, ERC o la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. ¿Cómo
dormirán las parejas de Pedro Sánchez o de cualquiera de estos políticos
veletas? Me las imagino aterrorizadas por las mañanas, pensando: “¿Cómo se
levantará hoy?”; o “¿quién será hoy?” Y es que ya escribió Stevenson que el ser
humano no era uno ni dos –con Jekyll y Hyde todavía nos apañábamos-, sino una
multiplicidad de seres heterogéneos, por lo que resulta admirable que nuestras
sociedades existan, que los diputados y senadores sigan acudiendo al
Parlamento, que nos levantemos todos los días para trabajar como si nada.
¿Dedicar todas las fuerzas a la causa propia es lo mismo que hacerlo para el
progreso de la comunidad? Escribía Robert Musil que en una colectividad todo
camino conduce a un buen fin, si no se reflexiona y titubea demasiado. La meta
está puesta a breve distancia, pero asimismo la vida es breve y la felicidad no
depende tanto de lo que se desea, sino de lo que se alcanza. También decía que
de un conjunto de individuos limitados puede resultar una especie genial. Así
que, a pesar de los trastornos multipolares, quizá podamos mantener la
esperanza de que la mejor de las personalidades políticas se imponga a las
demás.
IDEAL (La Cerradura), 16/02/2020
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