En
la llamada “nueva normalidad” los jóvenes siguen haciendo la vida de siempre y
sufriendo las mismas limitaciones, aunque suelan vivir como si el mundo no
fuera a acabarse nunca: no hay ayer ni mañana, sólo ahora. Estás o no estás, mientras
nos dejen. Pero qué gran diferencia hay entre que te dejen o no. El miedo a que
no recuperemos nuestra vida, a que no haya un “ahora” no lo vamos a perder en
mucho tiempo. ¿Cuánto tiempo? Probablemente, en función de la edad que tengamos
le demos más o menos importancia a esta pregunta. Cuantos más años, más
importancia y mayor incertidumbre; cuantos menos años, menos importancia pero
quizá la misma incertidumbre. Los jóvenes siempre viven en la incertidumbre:
que si un examen, que si el trabajo, que si el futuro. Este Gobierno pasaría
realmente a la historia como se cree si convirtiera el ingreso mínimo vital en
una renta mínima. ¿Se puede acabar con la incertidumbre general? Qué gran país
sería aquel que lograra acabar con las dudas sobre el mañana. Y la renta
mínima, si no acabaría con todos los dilemas del mañana, al menos le pondría a
la gente las cosas más fáciles. “Toma. Ya tienes los recursos necesarios para
vivir. Y toda la vida por delante”. ¿No es un motivo para aprovecharla bien?
Cuántas generaciones se habrán desperdiciado por no poder sobrevivir a la
incertidumbre. En estos días, la publicidad nos anima a mover el mundo con una
tarjeta de crédito. Al parecer, sólo el flujo de dinero puede devolvernos la
normalidad. Pero esa imagen de escaparates y viajes y nuevos vehículos con
fabulosas ofertas es para muchos inalcanzable. Ni las calles ni las tiendas ni
los bares tienen la misma alegría y, como las personas, muestran sólo la mitad
de la cara. No estamos seguros de quién son esos ojos, que nos miran con
recelo. ¿No me saluda quien antes me saludaba? ¿Eres tú realmente? Hemos pasado
de escurrir el bulto achacando las propias decisiones a los informes
científicos, a achacarlas a los informes de los economistas, que según Pedro
Sánchez van a diseñar otra sociedad. Y recuerdo las palabras de Lorca: “Yo sé
que no tiene razón el que dice: “Ahora mismo, ahora, ahora” con los ojos
puestos en las pequeñas fauces de la taquilla, sino el que dice: “Mañana,
mañana, mañana”, y siente llegar la nueva vida que se cierne sobre el mundo”.
También escribió Rafael Guillén que “el hoy es un después” y “el mañana es
ahora”. “Hoy es siempre todavía”, diría Antonio Machado.
IDEAL (La Cerradura), 21/06/2020
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