martes, 27 de julio de 2021

Libertad o supervivencia

Mientras las comunidades autónomas vuelven a imponer restricciones por el aumento de contagios por covid, los inmigrantes asaltan de nuevo la valla de Melilla en busca de una libertad más imaginada que real. Enarbolan palos y piedras para enfrentarse a la policía, y los que logren pasar se arrastrarán hasta el CETI, donde permanecerán al menos dos semanas en cuarentena. Un encierro soñado que contrasta con el temor de los ciudadanos españoles al confinamiento, a que sea tan solo un espejismo la recobrada libertad. De hecho, si uno pasea por la calle, se dará cuenta de que la mayoría de la gente sigue llevando la mascarilla, aunque ya no sea obligatorio al aire libre. Los que caminan con la cara descubierta parecen revolucionarios, habitantes de un planeta extraño, donde no existe el miedo. ¿No está más del cincuenta por ciento de la población vacunada? Este verano sólo viajarán los intrépidos, mientras muchos, si es que pueden, se tomarán vacaciones sin salir de casa. Porque tememos que las restricciones nos pillen fuera de nuestro refugio. Los europeos asisten con incredulidad a las medidas contradictorias que sus países adoptan contra la pandemia. Italia exige el certificado de vacunación o una PCR para entrar en los locales de hostelería, mientras que Boris Johnson ha proclamado la normalidad, pese a las críticas de la comunidad científica. Los ciudadanos se mueven entre las fronteras como si se encontrasen en una ratonera, porque los gobiernos quieren fomentar el turismo para recuperar la economía y al mismo tiempo frenar los efectos de las nuevas variantes del coronavirus. Viajen y disfruten, nos dicen, la vida es bella, pero también que será necesaria una tercera dosis de la vacuna para seguir generando anticuerpos. Utilizamos ya el lenguaje de la ciencia ficción, y mientras Jeff Bezos malgasta recursos para darse un garbeo por el espacio, los inmigrantes asaltan con garfios las murallas españolas, como en la Edad Media. Por eso el Gobierno estudia si incluir a Ceuta y Melilla en la Unión Aduanera, para que sea Frontex, la policía europea, la que se haga cargo del problema. ¿No sería mejor integrar a Marruecos en la UE, como el reino alauita pidió en 1987? Llevar las fronteras hasta los confines del Sáhara alejaría aún más el problema. Las riberas del Mediterráneo comparten una tradición común que hermana los continentes. Pero en democracia lo importante es poder ejercer los derechos. ¿Viajo o no viajo? Quizá lleguemos a aprender como tantos subsaharianos que esta no es una cuestión de libertad, sino de supervivencia.

IDEAL (La Cerradura), 25/07/2021

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