En un mundo caótico todo puede ser peor, claro, pero también podría
ser mejor. Si no existieran Murphy y compañía, lo mismo hasta acabaríamos el año
cantando en la Plaza Roja de Moscú himnos pacifistas. Pero la incertidumbre
bélica ha traído la de los precios, y hay gente a la que el miedo la lleva a
comprar en los supermercados como si dispusieran de un refugio nuclear en el
piso. Vayamos a que todo suba aún más. Murphy diría que sí, aunque National
Geografic haya descubierto ahora que “Granada es la maravilla más desconocida
del siglo XXI”, y recomienden nuestras cañas y tapas a los turistas. Sin
embargo, que se las tomen va a ser más difícil. Porque mientras el Gobierno
espera a que la UE le haga caso en sus propuestas, los transportistas colapsan
las calles y dejan vacías las estanterías de los supermercados y los almacenes
de empresas como Portinox, que cierra su planta de Granada por falta de
materias primas. Si no había latas de cerveza en los supermercados, tampoco
habrá barriles en los bares. ¡Rebelión! ¿Dejaremos de tomar cañas? Ya veo cómo
nos convertimos en un país intelectual y aburrido, acostumbrados como estamos a
los intelectuales de bar, aunque en las barras de esta ciudad se hayan escrito
muy buenos poemas. Y las tapas, claro, que tampoco hay pescado frito. El Estado
va a terminar subvencionando el transporte y la pesca, y esto no ha hecho más
que empezar. El derecho a huelga es constitucional, pero los piquetes son una
mafia que sólo echa tierra sobre los trabajadores. Obligar a la gente a hacer
lo que quiere o lo que no quiere es también una táctica bélica. Porque casi
todo el mundo está dispuesto a condenar la guerra, pero no a hacer sacrificios.
Ni siquiera la UE es capaz de aplicar las sanciones más severas unánimemente a
Rusia por su dependencia energética. ¿Vamos a sacrificar los sectores
productivos y comerciales nacionales para acabar con el dictador? Alemania ya
ha dicho que no, aunque los efectos sean en cascada, desde las entidades
financieras a las industrias alimentarias. Estados Unidos ha anunciado
sanciones contra la Duma y más de 400 figuras y empresas cercanas a Putin, pero
son muchas pymes y profesionales españoles quienes tienen que echar el cierre. Hay
gente que cree que es buena porque le da pena otra gente, diría Rodrigo Cortés,
y nadie quiere sufrir por ese ruso que parece el vómito de un tártaro. Aunque
sea para defender los derechos humanos.
IDEAL (La Cerradura), 27/03/2028