Con la ansiada lluvia también llegan las goteras, como las que han
aparecido en la sede de la Agencia de Supervisión de la Inteligencia Artificial
que ya casi habíamos puesto en funcionamiento en Granada antes de la decisión
del Gobierno, que se ve que toma las decisiones relacionadas con la
descentralización administrativa en clave electoral. La política no tiene nada
que ver con la objetividad, y nuestros políticos se han acostumbrado a tomar
decisiones e incluso a legislar por un mero interés personal, que ni siquiera coincide
con el del partido o el de la ideología que defienden. Pero se echa en falta
que al menos a nivel local todos los partidos e instituciones hagan piña frente
a decisiones manifiestamente injustas, y no que haya quien escarbe en la
miseria pensando ya en las próximas elecciones municipales, donde no creo que
haya que ponerle la cruz al actual alcalde de Granada, Paco Cuenca, que tiene
toda la razón en cabrearse, sino a aquellos que ya suelen llevar la cruz a
cuestas, no en sentido espiritual, sino con esa malafollá característica que
inunda más que las borrascas. No sabe Pedro Sánchez lo que ha hecho, porque la
malafollá granadina es más despiadada que el beso de la muerte de la Cosa
Nostra. Resulta cansino esto de quejarse de las infraestructuras, las
inversiones, la sevillano dependencia política y demás, pero no se puede
justificar lo injustificable. Lo peor del asunto no es ya que no se elija a
Granada como sede de la agencia, sino la falta de transparencia en las
decisiones políticas, en cuestiones locales y en otras de mayor transcendencia
como las reformas legislativas que afectan a los derechos fundamentales y al
ejercicio de los derechos políticos que este Gobierno se ha propuesto llevar a
cabo a toda prisa pensando precisamente en la inminencia de unas elecciones. De
lo general a lo particular y de lo particular a lo general no se puede hacer
política de esta forma tan chapucera, pervirtiendo el interés público. La
manera de proteger la dignidad política no es modificar la legislación a la
propia conveniencia o a la de aquellos que la han trasgredido a sabiendas. No
me extrañaría que pronto viéramos una campaña para proteger los derechos del
político maltratado, aunque sólo sea por el voto de los ciudadanos. Quizá lo
siguiente sea reformar la ley electoral. En el cómic en que se ha convertido
España pelearán un algoritmo artificial coruñés contra un malafollisqui
granadino. ¿Y el sentido común? Pasemos página.
IDEAL (La Cerradura), 11/12/2022
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