lunes, 29 de enero de 2024

Deseducar

No sé si serán efectivas las medidas que anuncia el Gobierno para potenciar la comprensión lectora y las habilidades matemáticas de nuestros escolares, pero me da la impresión de que la distancia que empieza a haber entre profesores y alumnos es casi tan grande como la que existe entre políticos y ciudadanos. Y aunque a diferencia de parte de nuestra clase política los docentes se esfuerzan en tender puentes con su auditorio, a veces parecen hablar lenguajes diferentes, más allá de que unos puedan ser nativos digitales y otros analógicos, esas clasificaciones que gustan tanto pero que suenan a distopía. Alberto Núñez Feijóo ha anunciado una selectividad única para las once comunidades que gobierna el PP, pero lo raro es que no lo sea para todas las comunidades autónomas, que tienen competencia para fijar un 40% de los contenidos de los libros de texto. ¿Por qué no estudian lo mismo los adolescentes de Andalucía, Madrid, Cataluña o País Vasco? Y no sé qué pudiera ser mejor (o peor), que se atienda a las inquietudes culturales de cada territorio o al discurso único que se nos pueda pretender imponer desde el Gobierno o desde un partido, pues aquí en España hemos confundido la tarea de gobernar con los intereses de las formaciones políticas. A la gente le suena bien que los ciudadanos tengan los mismos derechos y libertades independientemente de dónde vivan, pero aún les sonaría mejor que existiera un pacto de Estado para prestar en las mismas condiciones los servicios públicos esenciales, no sólo la educación, sino también la sanidad y los servicios sociales, que están cedidos a las comunidades autónomas. No se trata de que todas las autonomías los presten de la misma forma si están gobernadas por un mismo partido, sino que la calidad del servicio y el nivel de acceso de los ciudadanos sean razonablemente parecidos con independencia del color del gobierno y de la renta de la comunidad donde vivan. Algo que resulta improbable si uno atiende a los discursos de algunos dirigentes autonómicos, cargados de odio no sólo para el inmigrante extranjero, sino también hacia el nacional, aunque hubiera podido ser su abuelo. La educación, siendo un derecho de todos, actualmente está sólo al alcance de algunos. De los que, a pesar de la miopía política y la sobreabundancia de información sin filtros en medios y redes sociales, son capaces de labrarse un criterio propio. Increíblemente, en el año 2024, entre la inteligencia artificial y tanto dirigente “fake”, hablar del desarrollo de la personalidad humana parece una quimera.

IDEAL (La Cerradura), 28/01/2024

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