Me imagino al fantasma de la mujer cuyas cenizas se han encontrado
en una urna funeraria en la calle, cerca del Hospital de la Inmaculada, quejándose.
“¡Es que os olvidáis hasta de enterrarme!” Parece un capítulo de la serie “A
dos metros bajo tierra”, en la que una familia regenta una funeraria y todos
los días se enfrenta a las vicisitudes de la muerte. Si los cementerios se
encontrasen en el centro de las ciudades quizá recordaríamos que tenemos un
tiempo limitado y lo perderíamos menos. Ojalá se lo recordaran a nuestros
políticos antes de hablar en el parlamento. “¡Memento mori!”, les susurraban a
los emperadores romanos. “Recuerda que morirás”. “Los muertos viajan deprisa”,
decían en una película fantástica. Pero no lo harán en Granada, que según Paco
Puentedura va a ser la segunda ciudad con el autobús más caro, sólo superada
por Barcelona, al menos mientras siga en España. Son dos ciudades que tienen
más en común de lo que parece: la contaminación, la sequía, el transporte
público, el turismo y ediles irreconciliables. ¡Cómo me gustaría que hubiera un
proyecto de ciudad en el que participaran todos los grupos políticos! Y eso que
en Granada no ha aparecido aún ningún partido independentista, aunque sí hay
quien defiende la existencia del reino nazarí y la independencia de Andalucía
oriental. Lo que nos faltaba. Ya nos veo encabezando la liga independentista e
invitando a Carles Puigdemont a vivir en la Alhambra. Si los muros del castillo
rojo hablaran contarían historias de fantasmas y fantasmones, que se confunden
con facilidad en nuestra vida política. No sé si lo del olvido de las cenizas
de la pobre mujer tendrá que ver con la subida de las tarifas del cementerio de
San José en 2024. Menudo compromiso es morirse, y encima resulta caro. Menos
mal que muerto ya no te enteras de nada. ¿O acaso sí? Las colas de
reclamaciones suelen estar llenas de zombis, mareados por la administración, y
no digamos los congresos de los partidos, donde los líderes pretenden pastorear
la voluntad de los afiliados y a través de ellos la de los ciudadanos, a los
que nos llaman pueblo o gente o incluso hermanos sólo cuando les conviene. Que
se lo digan a Pablo Iglesias, capaz de cargarse la izquierda española porque
Yolanda Díaz le lleva la contraria. O a Pedro Sánchez, especie de ave fénix
según sus libros, un superviviente de su propio partido. Ojalá seamos capaces
de resurgir de tantas cenizas políticas. Como videntes, vemos fantasmas y
cenizos.
IDEAL (La Cerradura), 14/01/2024
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