España
es como una vieja comunidad de vecinos donde colisionan los antiguos
propietarios y los nuevos inquilinos, aunque ni unos ni otros se atrevan a
cuestionar o indagar sobre los títulos de propiedad, que suenan a nacionalismo.
Mientras tanto, tratan de aprovecharse los pillos: administradores,
constructores e inmobiliarias deseosos de cobrar honorarios inexistentes o
vender y alquilar los pisos al mejor postor. También algunos presidentes se
aprovechan de la situación para prolongar su mandato, pues lo que más les
interesa es dirigir la comunidad como les da la gana, sin tener en cuenta los
límites de la ley de propiedad horizontal. Se creerán ustedes que estoy
hablando del Gobierno de España, de las mayorías en el Congreso de los
Diputados y de los resultados de las elecciones en Cataluña, y podría ser
verdad. Pero no todas las cosas son como parecen, y quizá usted viva en un edificio
construido en los años sesenta que no tiene ni estatutos -¡ay, la
Constitución!- y es gobernado aún por empresarios que ya mandaban en la
dictadura y la Transición, acostumbrados a celebrar el Corpus en la casetas del
ferial agasajando con gambas al poder político, que hay cosas que no cambian.
Aunque en las distancias cortas y el trato popular son más expeditivos. Creen
siempre tener la razón, lo que digan las normas no les interesa, o sí, aunque
como han mentido tantas veces sobre el contenido se creen que su palabra es la
ley, como dice la canción. Y van en pareja, como los polis buenos y malos de
las películas, solo que uno hace de Vito Corleone y el otro de Luca Brasi. Lo
peor son las votaciones en la Junta de propietarios. Porque aunque el
presidente gane las elecciones, a veces se impone el independentismo. ¿Tomamos
decisiones según el interés general o según lo que quieran uno o dos vecinos? Aprobar
unas normas de régimen interno es recomendable en estos casos, o renovar los
estatutos ya obsoletos, pero hay a quienes no les interesa tenerlos en cuenta. Hasta
aquí hemos llegado, suelen decir. Y amenazan con una dimisión que no se produce,
pues se está a gusto al mando, amnésico o amnistiado. Ahora que se acercan las
elecciones de esa otra comunidad que es la Unión Europea, ¿pensaremos en
convocar además una junta extraordinaria de propietarios? Lo malo es dejar
locales y pisos vacíos y no poder contar con los okupas y los abstencionistas,
que van camino de superar el 50% del electorado. Las comunidades de vecinos son
como el sistema democrático.
IDEAL (La Cerradura), 19/05/2024
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