lunes, 6 de mayo de 2024

Lecturas

La inteligencia artificial se ha introducido en academias y escuelas para que los candidatos a cualquier oposición almacenen datos como si no tuvieran cerebro, sino un disco duro. No se aprecia el conocimiento, sino superar un examen tipo test. No se aspira a aprender, sino a aprobar, algo que les ocurre también a muchos estudiantes universitarios, que no están acostumbrados a la lectura, la reflexión y el lenguaje abstracto. Resulta normal si de los planes de estudios van desapareciendo las humanidades y asignaturas como historia y filosofía parecen ya de un pasado remoto. Sobre estimulados por móviles y pantallas a los niños les cuesta fijar la atención durante cinco minutos, exactamente igual que a sus padres, incapaces de no atender los mensajes de WhatsApp aunque estén cenando con su pareja. Las redes sociales están alterando hasta las costumbres sexuales, y raro es el cavernícola digital que no se graba para luego encontrarse con su palmito circulando por Internet. En las casas donde los padres no leen los hijos no leen, aunque por la celebración del Día del Libro políticos y deportistas manden mensajes como “Leer es poder”. Pues no se les nota, la verdad. Si leyeran, otro gallo nos cantaría. No se cuántos discursos se hacen con inteligencia artificial, pero sí que suenan artificiales, como si mezclásemos en el software encuestas y estadísticas para conseguir una receta política. La creación y el pensamiento huyen del ruido y la prisa, pero hay demasiado ruido en nuestras aulas y en los medios de comunicación, en el mercado, que no descansa y demanda perfiles profesionales más técnicos, versados en informática y tecnología. Inventamos nuevos dispositivos con mayor memoria y que nos permitan navegar más rápido, pero dudo que haya un invento más perfecto que un libro, que puede contener un mundo completo y todos los que pueda añadirle el lector. Leer, leer de verdad, puede convertirse en un acto de disidencia. Porque sin lectura no hay pensamiento, opinión pública libre ni democracia. Y da alegría y esperanza darse un paseo por la Feria del Libro, si hay tanta gente que lee o que puede leer. Porque me imagino que esos artefactos de papel llegarán a las casas para ser algo más que un objeto decorativo, y que se enarbolarán sin vergüenza en el autobús o en el metro para identificarse como miembros de la secta de la letra impresa. Quién sabe si será verdad y la imaginación llegará al poder. Una sociedad inteligente podría ser el conjunto de lo que se lee.

IDEAL (La Cerradura), 28/04/2024

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