Pese a los problemas de sequía y las restricciones, en la provincia
de Málaga van a seguir llenándose las piscinas. La Junta de Andalucía lo ha
justificado por el turismo, que aumentará el consumo de agua. Desde luego, pero
quizá nuestras administraciones deberían cuantificar el coste en servicios
públicos que supone para nuestras ciudades convertirlas en parques temáticos. El
debate sobre las necesidades de los vecinos y la transformación de las urbes
parece perdido, pero alguien tendrá que pagar el aumento de los servicios de
limpieza o seguridad, por no hablar de la sanidad pública, pues sigue
existiendo el turismo sanitario. Que haya un impuesto sobre los
establecimientos turísticos resulta inevitable, pero deberían limitarse también
las licencias a la hostelería y regular el alquiler de los apartamentos. En
ciudades como Granada, los estudiantes no encuentran alojamiento, y ya se
escuchan demandas para permitir el alquiler de locales como viviendas, porque
en algún sitio habrá que meterlos. Dentro de poco se alquilarán zulos. Porque
la vivienda digna es para los turistas, aunque se trate de un derecho
constitucional. Y es bastante equívoca la imagen que de nuestras ciudades se
llevan los turistas, que piensan que estamos todo el día en la calle porque hay
cien bares y restaurantes por kilómetro cuadrado. Quizá no se den cuenta de que
los bares se han abierto para ellos y que no hay clientes indígenas, que ya no
pisan el centro sino es para trabajar. Los fines de semana la ciudad se deja a
las hordas bárbaras, que la ocupan sin escrúpulos para admirase a sí mismos. El
patrimonio, la arquitectura y la historia son una excusa para hacerse un selfi.
Y no es que eso esté mal, salvo porque las ciudades dejan de ser un lugar
agradable para vivir y, como en una alegre distopía, los antiguos habitantes,
que las habían mantenido con sus tributos, van huyendo o escondiéndose bajo la
superficie, para no encontrase con tanto carpanta. En España, donde ya hay casi
dos millones de plazas hoteleras, se abre un nuevo hotel cada tres días, pero
al mismo tiempo se habla de crisis inmobiliaria. Un país donde algunos políticos
alertan contra la inmigración, pero adonde sólo entre los meses de marzo y
abril llegaron dieciséis millones de visitantes extranjeros. Pues si esto es
turismo sostenible que venga otro turista y lo vea. A fin de cuentas, son los
que mandan. Lo peor es que se margine a los ciudadanos y que haya un doble
rasero en la limitación del consumo de agua.
IDEAL (La Cerradura), 12/05/2024
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