Resulta asombrosa nuestra manera de
entender la política, que las ciudades andaluzas tengan que aliarse para vender
sus bondades turísticas, formando ejes que siempre pasan por Sevilla y Málaga. Las
razones, aparte de una capitalidad mal entendida, es la deficiencia de
infraestructuras de ciudades como Granada, tan mal comunicada que a duras penas
se entiende la afluencia de turistas, que suelen utilizar para desplazarse su
propio vehículo. ¿Romanticismo? Porque si uno necesita viajar en avión o en tren,
dependiendo del destino, lo mejor es ir a Málaga, donde la estación de trenes y
el aeropuerto sí son dignos de una ciudad turística. Y por eso los turistas
extranjeros que viajan a Granada pasan casi obligatoriamente por Málaga. ¿Por
qué tienen que mendigar influencia Granada y Córdoba, dos ciudades con un
patrimonio histórico y cultural incomparablemente más importante que el de sus
hermanas andaluzas? ¿Se trata tan sólo de la nula influencia de nuestros
dirigentes políticos? ¿Cómo puede explicarse que se tarden quince años en
terminar los últimos tramos de la A-7? ¿Sólo porque conectan las provincias de
Granada y Almería? Puestos a hacer demagogia nacional-regional, como se estila
ahora en España y se ha estilado también desde la Transición en Andalucía –donde,
al menos desde el punto de vista estilístico, hemos aprobado el estatuto más
ridículo de la historia, llevando al extremo el lenguaje de género-, yo
trabajaría por la independencia del Reino de Granada, que a fin de cuentas es el
único reino que ha existido en Andalucía, cuya nacionalidad brilla por su
ausencia histórica. De hecho, ni siquiera tendría que haberse convertido en comunidad autónoma, como tampoco el resto de las regiones españolas, fuera de
las nacionalidades históricas, Cataluña, País Vasco y Galicia. ¡Cuántas
Administraciones públicas, cuántos recursos, pero, sobre todo, cuántos malos
políticos nos habríamos ahorrado! Sin embargo, estamos encantados con el
invento de los dieciocho parlamentos españoles, tanto, que queremos
convertirnos en un Estado federal para solucionar el problema catalán, como si
no lo fuéramos ya, con un régimen territorial más virguero, como es el Estado
autonómico, que se incluye en toda la literatura científica como una fórmula
federal de organización territorial, y probablemente la más descentralizada de
Europa. ¿Diecisiete nuevos estados dentro del Estado español? Ya puestos, que
sean reinos, para hablarle de tú a tú a la monarquía parlamentaria española.
Seguro que encontramos un reyezuelo de rancio abolengo para Granada. ¡Cómo les
gustaría a algunos sumar un título nobiliario –que no académico- al coche
oficial! Eres el rey de Granada. Toma ya.
IDEAL
(La Cerradura), 8/11/2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario