El
relato de la actualidad parece un capítulo de Brigada Central, la conocida
serie de televisión de Pedro Masó con guiones de Juan Madrid, que luego éste
transformó en una gran novela con el mismo título, publicada en tres tomos por
Ediciones B. Un festín literario que explica perfectamente la realidad política
y empresarial española. Porque con Manuel Vázquez Montalbán, Juan Madrid fue el
pionero de lo que se ha llamado novela negra en España, y ya las escribía antes
de que aquí descubrieran, como por arte de magia, que se trata de literatura
con mayúsculas, sin etiquetas, porque precisamente presta atención a los
aspectos más turbios de la sociedad, a las clases más excluidas, a todas las
cosas que silenciamos. “Detrás de esas luces, debajo de los anuncios luminosos
y las ráfagas de luz, se encuentra la basura. Hay basura en todas partes: en
los grandes apartamentos, en los barrios residenciales, en los exclusivos clubs
privados y en las elegantes calles donde se despliegan las oficinas
enmoquetadas. Y nadie podrá, jamás, quitar tanta basura”; leemos al comienzo de
Brigada Central. Y lamentablemente, es la impresión que los ciudadanos tenemos
actualmente de la realidad española. Pero los personajes de Juan Madrid parecen
estar más vivos que los reales, pues hasta los políticos corruptos que describe
son más atractivos que los de verdad; al menos, tienen orgullo e incluso
valentía, algo de lo que carecen los políticos investigados por corrupción en
Madrid, Valencia, Sevilla o Granada, que siguen aferrados a sus cargos como si
de escudos se tratase. La gente se echa las manos a la cabeza, pero si esto
ocurre es porque lo ciudadanos lo hemos consentido. En la posguerra, España era
un mercado de estraperlistas; durante la dictadura, un régimen de corrupción solemne
e institucionalizada; en la Transición, un país donde la corrupción se
liberalizó y la hicieron suya los nuevos partidos y las nuevas organizaciones
empresariales y sindicales, como si se tratase de otro servicio público; y así,
en esta corta democracia, la corrupción ha penetrado en todas las clases
sociales, de arriba abajo y de abajo arriba, desde el profesional que considera
normal no hacer facturas hasta los partidos y Administraciones públicas que deciden
llevar una contabilidad B o contratar a sus trabajadores de la misma manera:
ahorrándose su dignidad, como los mendigos a los que, en la Plaza Mayor,
arrojaban al suelo las limosnas. Porque, como un personaje de Juan Madrid diría:
“No hay asuntos importantes ni asuntos sin importancia, hay asuntos. Nada más”.
IDEAL
(La Cerradura), 20/03/2016
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