Mientras
la Unión Europea traiciona los valores democráticos por un puñado de dinero y
la mayoría de los ciudadanos nos lo hemos gastado esta semana viajando o viendo
procesiones, resulta un consuelo saber que hay gente dispuesta a sacrificar
tiempo, recursos y relaciones familiares para marcharse a Grecia y atender a
los refugiados. Personas como Isabel, que indignada por la actuación de las
autoridades comunitarias, es capaz de ponerse en la piel de esas personas que mueren
a la puerta de nuestras casas, aunque queramos alejarlos unos cuantos miles de
kilómetros más, hacia Turquía y el fin del mundo. “¡Yo podría ser uno de
ellos!”, exclama. “Ese hombre podría ser mi marido y esos niños mis hijos”. Y ni
corta ni perezosa decide montar un punto de acogida en Grecia para las familias
con la sola ayuda de un grupo de amigos y una pequeña ONG, Olvidados (http://www.olvidados.org).
Me acuerdo de Isabel en estos días, cuando hay tanta gente manifestando
públicamente su fe. Porque eso es lo que se supone que hacen, aunque algunos la
confundan con la cultura y el folclore. Pero hay que tener mucha fe para
abandonar a tu familia durante un mes y atender a las familias que no conoces.
Fe en Dios y en la naturaleza humana. “Mis hijos entienden que hay otros niños
y otras familias que necesitan ayuda para poder tener acceso a las mismas
comodidades que ellos tienen”, me cuenta Isabel. “Su aportación es dejar que su
madre se vaya, compartir algún juguete pequeño que esos niños puedan transportar
en largas caminatas. Darles zapatillas, ropa de abrigo… No les dan las cosas
que les sobran, sino que le dan a su madre lo que ellos mismos necesitan para
compartirlo con otros niños”. Por eso, Isabel dice que se trata de un proyecto
familiar. Porque la apoyan su marido y sus hijos, que son los que facilitan que
ella pueda viajar. ¿Podría trasladarse este planteamiento a la gran familia
europea? No, si la manera de asumir nuestra responsabilidad es pagar a otros
países para orillar aún más el problema. Con el acuerdo entre la Unión Europa y
Turquía, los refugiados han pasado a ser detenidos dentro de campos de
concentración. Las imágenes de hombres, mujeres y niños luchando por la
supervivencia son las imágenes de la pasión. Mientras unos tienen que jugarse
la vida para sobrevivir, a otros les basta con salir a la calle para perseguir
sus sueños. Luego está la gente como Isabel, capaces de transformar la realidad
con sólo proponérselo. De este modo resucitaremos.
IDEAL
(La Cerradura), 27/03/2016
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