Se
ve que ni el propio expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se ha
creído lo de la república catalana, pues ha salido corriendo a Bélgica para ver
si lo acoge algún flamenco entre sus alas. Si al final este hombre nos va a dar
pena, aunque antes de irse haya quebrado a toda una comunidad autónoma y a
buena parte de las personas que siguen viviendo en ella. Menudo fill de la
chingada, que es como se llaman unos a otros algunos políticos en esta Cataluña
sin cabeza. Por lo menos, no se ha ido corriendo con el botín como el clan
Pujol, que ni siquiera se ha molestado en exiliarse. “Total”, pensaban, “si
este país soy yo”. Y todavía lo piensa demasiada gente, que no entiende de
otras leyes que las propias, a pesar de que no puedan denominarse así, al no
ser aprobadas por un procedimiento democrático. Oriol Junqueras y ocho
exconsejeros del expresidente fantasma han ingresado esta semana en la cárcel,
y hay quien se sorprende, quizá porque en España estamos acostumbrados a que la
legalidad se cuestione por parte del poder político. De hecho, los argumentos
con los que se ha criticado el auto de la magistrada de la Audiencia Nacional
Carmen Lamela han sido políticos y no jurídicos. Que si no ha sido la decisión
más prudente. Que si ha sido demasiado severa. Que si se le están dando más
razones al independentismo. Que si se van a judicializar las elecciones. Pablo
Iglesias y Ada Colau hablan de presos políticos y piden la amnistía, cuando la
realidad es que todavía no se ha condenado a nadie y sólo se está aplicando una
medida cautelar, dado que existe un riesgo real de fuga, como ha ilustrado el
presidente Puigdemont, que está sin embargo dispuesto a entregarse a la justicia
belga, acaso para ser inmortalizado como un revolucionario y no como un caganer.
Pero si uno lee el auto de la magistrada Lamela, lo que le sorprende es que
estos señores y señoras no hayan entrado en la cárcel antes, porque sólo el
relato de los hechos es una crónica criminal que evidencia un plan
perfectamente meditado para fracturar un país por encima de cualquier otra
consideración política, jurídica, económica o personal. En un mitin celebrado
el 8 de septiembre, Puigdemont les pedía a los ciudadanos que se enfrentaran a
los alcaldes para que los dejasen votar: “Vosotros les pagáis y ellos os tienen
que rendir cuentas”. Pero los ciudadanos no pueden huir. Ésa es la diferencia.
IDEAL (La
Cerradura), 5/11/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario