domingo, 3 de diciembre de 2017

Cicuta

La dignidad sigue a veces extraños caminos, y la ha mostrado al suicidarse el exgeneral bosniocroata Slobodan Praljak, que bebió el pasado miércoles un veneno después de escuchar la sentencia condenatoria del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. El hombre lo hizo además ante las cámaras, por lo que el acto tuvo un punto de teatralidad que rápidamente han explotado los medios de comunicación, comparándolo con otros suicidas-genocidas como Hermann Göring, que apareció muerto en su celda el 15 de octubre de 1946, pocas horas antes de ser ejecutado tras la condena del tribunal de Núremberg. Pero Slobodan Praljak negaba ser un genocida y un criminal de guerra; más bien se consideraba un patriota, alguien que, siendo ingeniero, licenciado en Filosofía y Sociología, escritor y director de cine y teatro en Croacia, sufrió la fiebre nacionalista para ser despojado de su derecho a decidir y a no matar durante la guerra, pero que años después ha elegido libremente acabar con su propia vida. Un hombre cuya trayectoria provoca rechazo y vergüenza, pero que no es muy diferente a la de otros líderes en tiempos de paz. Consejeros delegados de grandes empresas que consienten también la exclusión y la muerte de sus semejantes en otras partes del mundo, niños que trabajan para sus filiales en condiciones paupérrimas, o la pobreza de los trabajadores de la sede nacional, que cobran un sueldo mínimo 207 veces inferior al de sus jefes, como ocurre en las compañías del IBEX 35, según denunciaba esta semana la ONG Oxfam Intermón. Pero aquí se trata de una guerra silenciosa, con muertos silenciosos, y donde nadie ingerirá un veneno si no hay una condena. ¿Alguien se acuerda ya del suicidio del expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa? Sin duda se trató de un hecho excepcional, pues lo normal en España es sacar pecho después de hacer un estropicio, “defendella, y no enmendalla”, aunque como Puigdemont tengas que huir a Bruselas. De hecho, la mayoría no se va a ningún lado, sino que sigue ocupando un cargo en el partido, o manteniendo el acta de concejal en el Ayuntamiento, o disfrutando de un retiro dorado en una fundación o cualquier otra institución de supuesto interés público. Cuenta Tácito que Séneca, condenado por Nerón, trató de matarse por tres medios: cortándose las venas, bebiendo cicuta y, finalmente –no funcionaron los dos primeros métodos-, por asfixia en un baño de agua caliente, pues tenía asma. Hay muertes y vidas poco ejemplares, pero el bien y el mal dependen de cada uno.

IDEAL (La Cerradura), 3/12/2017

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