lunes, 23 de diciembre de 2019

Sonríe a la cámara


La vida se ha convertido en un selfi, y hay quienes no viven sin el refrendo de su cámara. Sonríen, posan, comprueban que siguen siendo ellos mismos y envían con un clic esa foto que los identifica efectivamente, pues los rasgos anatómicos de la cara son tan fiables como una huella dactilar. El problema está en el destinatario. ¿Una amiga, el Estado, la compañía telefónica? El gobierno chino cuenta con doscientos millones de cámaras para identificar a la población, y utiliza el control facial como medida de seguridad, que es la menos segura de las medidas en lo que a la intimidad se refiere. Pero basta un móvil de última generación para comunicar vía satélite qué haces o dónde vives. Y ya nos fotografiamos nosotros mismos alegremente para necesitar cualquier control externo adicional. Uno no puede estar seguro de que no lo estén grabando cuando pasea, se divierte o trabaja, pues la mayoría de la gente por desconocimiento o mala fe no respeta los datos de carácter personal. Es más importante grabarse debajo de un bemol gigante o fotografiar la rueda de la fortuna en luz municipal que dejar que camine la gente que no soporta el furor de la marabunta. Las propias ciudades están cambiando su fisonomía, y los centros de Granada, Málaga o Sevilla pronto se verán vaciados de vecinos, sustituidos por turistas de tránsito que no sabrán cómo vivían los aborígenes, exiliados en los barrios periféricos. ¿Se identifican también las ciudades por reconocimiento facial? ¿No por las costumbres de sus habitantes o por su cultura? Los alcaldes se parecen más hoy a vendedores de eventos, convencidos de que las ciudades deben ser parques temáticos. Y las fiestas navideñas se convierten en la excusa perfecta para ilustrar el despropósito. Cara, careta, caradura, ¿dónde ha quedado la sabiduría popular? La jueza del caso Nazarí ha encontrado indicios de hasta seis delitos: asociación ilícita u organización criminal, prevaricación común y prevaricación urbanística, tráfico de influencias, malversación de caudales públicos y contra la ordenación del territorio, que resultan ilustrativos de cómo entendían algunos la política y la gestión pública en Granada. Música y luces. ¿Entrarán también las cámaras en los plenos del Ayuntamiento? Según el Tribunal Supremo, los ciudadanos pueden grabar las sesiones, pues ayudan a crear una opinión pública libre, aunque sólo sea sobre aquellos que sonríen al objetivo después de llamar soplapollas al personal. Las cosas que se lleva la gente a la boca. El mundo ya no es como lo vemos. Necesitamos el filtro de una cámara.
IDEAL (La Cerradura), 22/12/2019

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