lunes, 17 de enero de 2022

Suicidas

La principal causa de muerte en España no es el coronavirus, sino el suicidio. Dentro de España, Andalucía es la comunidad autónoma donde más personas se quitan la vida y, lamentablemente, son los jóvenes los que encabezan esta funesta estadística. Quizá tenga que ver con el ruido mediático, pero también con la crisis económica, el desempleo y la falta de oportunidades y expectativas para el desarrollo personal y social. Llama la atención que mientras la mitad de los jóvenes del mundo quieren emigrar a Europa, en países europeos como España algunos decidan quitarse de en medio. Pocas cosas pueden ser más deprimentes. Tenemos algoritmos que detectan en milésimas de segundo los gustos y el nivel adquisitivo de los consumidores, pero se ve que como sociedad no logramos ofrecer a muchas personas motivos para vivir. Y no es que suicidarse sea esencialmente malo. En la antigua Roma y en el Japón contemporáneo podía ser el resultado de una decisión digna y meditada, ya sea por razones físicas o éticas, como lo es hoy la eutanasia por motivos humanitarios y médicos. Pero en un país en el que nuestros políticos ni siquiera se molestan en dimitir después de las gestiones o actuaciones más vergonzosas (no les exigimos el harakiri, no, sino que dejen las instituciones y coticen a la Seguridad Social; y si ya lo han hecho antes de ser políticos, mejor), resulta doloroso que una persona joven decida quitarse la vida. Ante este hecho, periodistas y analistas ponen el foco en las enfermedades mentales, lo que es un recurso fácil en el caos reinante. Los filtros informativos parecen haber desaparecido, y si el recuento estadístico y diario de víctimas de la pandemia se hace insoportable, también es pandémica la proliferación de expertos sobre todas las plagas de Egipto, virólogos, vulcanólogos, climatólogos, psicólogos, “coaches” e incluso espiritistas, porque cuando hay alguna desgracia de algún tipo los medios de comunicación ya no hablan de otra cosa. ¿Sensacionalismo? ¿Pereza? Por eso hay cada vez más gente que renuncia a desinformarse, que es lo contrario a informarse. En el acto de comunicar hay alguien que da y otro que recibe, de ahí la exigencia de que la información sea veraz y cargada de contenido. Debemos dar a nuestros jóvenes las herramientas para estar en armonía consigo mismos y con el mundo. Un logro para toda una generación política sería un pacto nacional por la educación, que actualmente no pasa de ser un arma arrojadiza. Una educación no evaluadora, sino integradora. Es nuestra sociedad la que se suicida.

IDEAL (La Cerradura), 16/01/2022

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