Según la noticia que publicaba IDEAL esta semana, sólo dos de cada diez
españoles votarían al PP o al PSOE en las próximas elecciones generales. Y
teniendo en cuenta que son los dos partidos mayoritarios en España, y que
gobiernan en casi todas las Administraciones públicas, eso significa que
únicamente gobiernan para ellos, es decir, para la propia clase política,
aferrada a sus privilegios. Lo evidencia el Ayuntamiento de Granada, donde se
ha aumentado la partida para las retribuciones de los concejales, como
explicaba Quico Chirino el pasado domingo. La ley de reforma de la
Administración local limita los cargos públicos con dedicación exclusiva, pero
nada dice de las dedicaciones parciales, que podrían inflarse hasta un noventa
por cierto. Para eso sí hay siempre consenso. Aunque hay que decir que los
concejales de IU renunciaron a la última subida de sueldo. Y que, por si el
acalde fuera, claro, los concejales de la oposición no lo tendrían. Pero se ve
que ya no le hacen caso ni en su partido. Así, tampoco es de extrañar que,
según la encuesta del CIS, ocho de cada diez ciudadanos hayan dejado de creer
en el sistema democrático, por lo que probablemente tampoco acudirán a votar.
Hasta ahora, éste no ha sido un problema demasiado grave para los partidos, ya
que el porcentaje de abstención no afecta al número de votos, y la ley
electoral no exige un mínimo de participación para considerar válidas unas
elecciones. En algunos países acudir a votar es obligatorio, pero tampoco hay
que obligar a los ciudadanos a comulgar con ruedas de molino. Ya lo hacen
habitualmente, para que encima acudan a una ceremonia que se parece cada vez
más a una pantomima. Pues lo cierto es que los partidos no cumplen sus
programas electorales, y la mentira y la hipocresía son habituales en una
profesión sólo digna de Judas Iscariote. Lo hemos comprobado en la convención
del PP, donde María Dolores de Cospedal ha acuñado otra frase para la historia
universal de la infamia: “El PP o la nada”. La podría haber dicho también Atila,
después de arrasar el país: “Sólo nosotros sabemos arreglar los problemas”. Ese
“nosotros” encierra la exclusión de quienes piensen de una manera diferente,
por mucho que la Constitución española proclame la igualdad de todos los
españoles. Pero a la vista está que ni esta señora ni el Gobierno creen en ese
derecho. Y lo más triste es que, en la disyuntiva de elegir entre ellos o la
nada, una gran mayoría prefiere la nada.
IDEAL (La Cerradura), 9/02/2014
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