El Albayzín y el Sacromonte siguen desmoronándose por la inoperancia de
nuestras administraciones, Ayuntamiento y Junta, o Junta y Ayuntamiento. La
concejala de urbanismo, Isabel Nieto, ha anunciado que archiva la actualización
del Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Albayzín-Sacromonte
(Pepri), de 1990. Al parecer, se ha cansado de esperar el visto bueno de la
Junta de Andalucía. ¡Lleva esperando cinco años! Es también el síndrome del los
granadinos: esperar a que nos resuelvan las cosas. Porque sufrimos una especie
de encantamiento –¿influjo tal vez de la Alhambra, castillo encantado, uno de
los centros, según dicen, esotéricos de la Tierra?-. Y fantástica es nuestra
incapacidad para romper esta inercia política que se regocija en la impotencia
mientras se desmorona este barrio emblemático. Pero pasear hoy por el Albayzín
es una experiencia dolorosa, entre casas y calles amenazadas de ruina. Y si
algún vecino pretende pedir una licencia para realizar alguna obra, se
encontrará en un limbo administrativo, como le ocurre al propio barrio,
Patrimonio de la Humanidad, una declaración vacía actualmente. La tontería que
suele decirse en estos casos es que esto no ocurriría si el mismo partido
gobernara en ambas administraciones. ¡Qué visión más catastrófica! ¿Es el
Estado Autonómico la excusa perfecta para cualquier disparate? Y la culpa no la
ha tenido el régimen jurídico establecido en la Constitución española, sino
quienes nos gobiernan, que son doctores en demagogia. Es algo que no podía
prever el constituyente, como tampoco que todas las regiones españolas
decidiesen convertirse en Comunidades Autónomas, ni que se desatase esa carrera
para asumir identidades y nacionalidades históricas, en la que uno de los
episodios más esperpénticos lo hemos vivido precisamente en Andalucía, que, sin
embargo, es de las pocas comunidades que se opone con dignidad a la política de
tierra quemada del Gobierno central. Porque, puestos a reformar la
Constitución, yo pondría al frente de las Administraciones públicas a unos
cuantos funcionarios nombrados por la Comisión Europea, el Banco Central y el
Fondo Monetario Internacional (Troika), que son los que al fin y al cabo toman
las decisiones importantes, esas que reflotan a la banca hundiendo a los ciudadanos.
¡Vaya! Y todo esto se le ocurre a uno observando el estado paupérrimo en el que
se encuentra el barrio del Albayzín. Si es que, de pura dejadez, van a provocar
una revolución ciudadana. Quizá la próxima vez me ahorre el paseo y también el
mal rato. Porque en Granada estamos encantados.
IDEAL (La Cerradura), 16/02/2014
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