Granada
(Andalucía, España) debe ser el único lugar del mundo en el que, cuando se
proyecta una obra pública, no se planifica al detalle el presupuesto, el
trazado y la ejecución. Si uno atiende a las explicaciones de los responsables
(¡ja, ja, ja!) públicos implicados –según competencias-, el trazado del metro
es comparable al cauce del río Guadalquivir, o quizá habría que compararlo con
el Guadiana, si pensamos en que hay tramos soterrados y que los ríos –como el
tiempo- a veces se sumergen para emerger unos kilómetros más adelante o no
vuelven a aparecer nunca más. Menos mal que los discursos políticos podemos
documentarlos con actas administrativas y hemerotecas. Aunque al alcalde de
Granada le da igual. Porque aprobó el Atrio de la Alhambra, dio el visto bueno
al trazado del metro –¿quién pidió que pasara por la Avenida de Andaluces?-,
pero ahora visita las obras y proclama que “La Junta de Andalucía sólo quiere
fastidiar a los vecinos”. Así, que cada cambio de opinión de uno de nuestros
¿representantes? conlleve la pérdida de dinero de todos los granadinos,
andaluces y españoles –nuevamente según competencias- parece que da igual, como
que haya verdaderos cínicos al frente del Ayuntamiento –lo dice Mayte Olalla-,
a quienes los filósofos griegos condenaban al infierno, para que estuvieran
bien lejos de la cosa pública. Pero se ve que vivimos en el inframundo. En un
lugar (Granada, Andalucía, España) que bate récords de paro, pero que presume
de ser uno de los mejores destinos turísticos. Así, el puente de mayo será sin
duda “el mejor de la historia”, como lo fue la Semana Santa, algo de lo que
también presumen otros países subdesarrollados y excelentes destinos
turísticos, que es en lo que se ha convertido España. Porque si diez años
después seguimos hablando del trazado del metro, lo mínimo que podemos decir es
que llevamos una década soportando a una pandilla de incompetentes –siempre,
claro, según competencias-. Bueno, ¡más se tardó en construir las pirámides de
Egipto! Pues sí, y hace unos cuantos miles de años. Lo mismo podrían los
Nazaríes continuar gobernando la Alhambra, a los que sin duda les hubiera
gustado mucho la declaración de Granada como Ciudad de la Literatura. Según
Esperanza Aguirre, a algunos políticos habría que esconderlos. ¿O se refería a
los pobres? Así evitaríamos su presencia, como decía Manuel Alcántara, pero no
su condición. Por suerte, en Granada gobierna ahora la UNESCO. ¿O no? Yo creo
que, mientras buscamos a Lorca, a Boabdil podríamos fabricarle un clon.
IDEAL
(La Cerradura), 3/05/2015
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