La
geografía puede ser el cuerpo de una mujer, incluso la historia, la experiencia
que queda grababa en arrugas y cicatrices como representaciones de la realidad,
que son una forma de ideología. Lo cree Marta Sanz, que ha conseguido algo
sorprendente con la novela autobiográfica o biografía novelada que es La lección de Anatomía (Anagrama, 2015):
convertirse en un personaje de ficción para ser –paradójicamente- más
verdadera. Porque después de leer La
lección de anatomía uno no conoce a la Marta Sanz que figura como autora en
la solapa, sino a la Marta Sanz que ha ido creciendo y tomando forma en nuestra
imaginación mientras leíamos estas páginas. La Marta que hemos contemplado
vestirse y desnudarse en un final conmovedor y memorable que nos hace ser
conscientes de la conversación profunda e intensa que acabamos de tener con
otro ser humano, que es en lo que consiste la literatura.
Tengo
que confesar que a mí me ha dado un poco de miedo conocer a Marta Sanz, lo que
se dice una persona de carácter –ni óptimo
ni pésimo, pero carácter- y a veces, con bastante mala uva, algo sin duda
necesario para enfrentarse a la vida y a la escritura. Ella lo aprendió en el
colegio, donde tenía que mentir para sobrevivir, aunque no me extraña, teniendo
en cuenta cómo eran sus compañeras y profesoras, que también dan algo de miedo.
Todas las mujeres de La lección de anatomía
son memorables, empezando por la madre de Marta, a quien dedica esta novela, la
abuela Juana, las tías Pili y Maribel, Belén, Marisol, María, Elvira, Claudia,
todas son personas de carne y hueso, el lector las ve, las oye e incluso las
huele mientas está leyendo, y todas son un poco Marta Sanz, que se desdobla en
ellas, las interioriza y las recrea.
La lección de
anatomía se divide en tres partes, que marcan el
desarrollo de la Marta Sanz más verdadera: Vallar
el jardín, que transcurre en Benidorm, en la etapa de la niñez y el
colegio, donde Marta empieza a afilar el colmillo, como escribe Rafael Chirbes
en el prólogo de este libro, y donde pierde o le roban la ingenuidad; Los gusanos de seda, que es un gran
título para hablar de las transformaciones de la adolescencia y su etapa en la
EGB, donde los lectores nos reconocemos en Inglaterra, Benidorm y Madrid; y,
finalmente, Desnudo, que relata la
juventud y la llegada a la madurez en Madrid, como profesora y escritora, y que
personalmente es la que más me gusta, tal vez porque es donde las diferentes Martas
se superponen, hasta volver a la Marta de la infancia, vista por ella misma –y
ya por nosotros- años más tarde.
También
la Marta Sanz escritora tiene muchas facetas, como narradora, poetisa,
profesora, ensayista y crítica literaria. Y ese poso ideológico es perceptible
en sus obras, donde se compromete con ella misma, que es como decir con el
mundo, que reinterpreta y reordena para transformar la realidad. Porque Marta
está convencida de que esto es posible,
y para eso basta con leer unas páginas de La
lección de anatomía. Pero es que además, en esta novela hay una analogía entre
lo biológico y lo histórico, y la historia de su protagonista es la historia de
España. El cuerpo de la mujer es un texto donde queda impresa la experiencia,
no un receptáculo maternal ni una carne deseable. Así lo entiende Marta Sanz, y
creo que también yo lo entiendo ahora gracias a la lectura de La lección de anatomía. Cada palabra es un modo, más o menos
honesto, de autorretratarse, escribe. Llevo
mi honestidad hasta el impudor del desnudo. Y así hace un ejercicio de
autoconciencia. Después de mostrarnos su máscara, nos desvela el mundo.
El
Mundo de Andalucía (Viajero del tiempo), 1/05/2015
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