Meses
después de que el presidente Pedro Sánchez, con su lenguaje de cómic, anunciara
la victoria y el comienzo de una nueva era, seguimos más o menos igual,
pendientes del hilo de la evolución de la pandemia, sin estar seguros de si nuestros
hijos irán normalmente al colegio, si podremos trabajar, si no nos encerrarán
para velar por nuestra salud o continuar jugando con nuestro destino. Lo que
era un problema estatal ahora es un problema autonómico, y mientras se anuncia
la compra de millones de vacunas políticos y partidos fragmentan la seguridad,
intranquilizan a la población, no son capaces de articular un plan único,
fiable, si no meridianamente claro al menos para que la gente sepa a qué
atenerse. Pero la improvisación es el verdadero virus de la política española,
y acostumbrados a obrar en función del calendario electoral y los sondeos de
opinión, los que tienen que tomar decisiones son incapaces de realizar
políticas sanitarias a medio o largo plazo. Aquí se llevan más las tiritas y
las gasas. Durante el mes de agosto todavía podía justificarse el aturdimiento
veraniego, pero la llegada de septiembre nos pone frente a un espejo en el que
el moreno dura dos días y la grasa vuelve a hacerse visible. Mientras tanto, la
gente sigue muriendo, aunque hay quien le quita hierro hablando de la menor
agresividad del virus y de la curva de población, porque la masacre la siguen
sufriendo nuestros mayores. ¿Hay humanidad en estos comportamientos? Aislar a
los mayores en residencias es recurrir a guetos, que se parecen demasiado hoy a
campos fúnebres. Han muerto por miles, y no veo que el gobierno estatal o los
gobiernos autonómicos hagan algo para remediarlo. El saber y el respeto y la
memoria de una guerra real que sufrió España no hace tantos años mueren con esas
personas, que nos dejan un país que parece una caricatura, la llamada
telefónica de un Gila póstumo. El enemigo no va a contestar al teléfono, pero continúa
sin haber una respuesta política única a esta pandemia. España ha sido uno de
los países que peor ha gestionado la primera ola de la Covid-19, y pasándole la
patata caliente a las Comunidades Autónomas sólo ha complicado la respuesta a
la segunda. No hay test masivos, no existen directrices claras. A una semana
del comienzo del curso escolar, se han reunido los ministros de Sanidad,
Educación y Política Territorial con los consejeros autonómicos
correspondientes para analizar la vuelta a clase. “¿Está el enemigo? Que se
ponga”.
IDEAL (La Cerradura), 30/08/2020
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