lunes, 25 de enero de 2021

Excepciones

En la que es probablemente la época de mayor libertad que ha conocido la humanidad, necesitamos autorización para salir del país, de la provincia, del municipio, de la ciudad, de nuestra casa. Vivimos como los “hikikomoris”, esos adolescentes hiperconectados que, sin embargo, no quieren dejar su habitación. Las calles se van vaciando, pero hay quien se resiste a dejar de transitarlas, aunque necesite salvoconducto. Un documento que haga referencia al hogar familiar, al trabajo, a la necesidad de acudir a algún sitio. La gente se siente observada, busca con recelo las miradas del vecino, que tal vez le reproche el olvido de la mascarilla, la presencia policial, tan querida u odiada según sean las circunstancias. El Estado orwelliano era una pesadilla recurrente, un miedo alentado por los medios y los partidos en los últimos años de “fake news”, pero se ha convertido en realidad gracias a una molécula microscópica que no tiene otra conciencia que la contaminación y la reproductividad. Y ya no queremos ser iguales. Queremos que nos vacunen antes que a nadie para poder volver a la normalidad, aunque ya no exista. Y lo peor es que hay quien se aprovecha de su cargo, algún alcalde o consejero que asegura que sólo utiliza las vacunas sobrantes. Quien se vacuna se convierte en un ser excepcional: una persona sin miedo. ¿Volveremos a pasear sin máscaras? Nos podríamos acostumbrar a mirarnos a los ojos, a reírnos de las confusiones, a tratar de adivinar qué nos han dicho esas linternas que pasaron a nuestro lado. La gente, de incógnito, ve más que nunca, y está más atenta al mundo en que vive, aunque esa atención se concentre en el trayecto al trabajo o a comprar lo imprescindible. Prestar atención al mundo es la cualidad del artista, y nos hemos convertido en creadores de nosotros mismos, del nuevo yo recluido, pero atento. Aunque hay quien no ve tan claro, como la diputada de Vox por Granada, Macarena Olona, que ha pedido el premio Nobel de la Paz para ¡Donald Trump! “Qué bonica que eres”, le dirán al pasar. ¿Seremos mejores o sólo distintos? Los nuevos hábitos logran cambios más revolucionarios que la política o la filosofía. Y quizá llegue un tiempo en que echemos de menos el misterio que hay actualmente en las calles, la posibilidad de que un encuentro o una mirada casual cambien para siempre nuestra vida. Nada cambia. Todo cambia. De alguna manera, en algún lugar, en algún momento, como canta Nena. Y todo vuelve a empezar.

IDEAL (La Cerradura), 24/01/2021

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