lunes, 24 de mayo de 2021

Fronteras

Un escritor a quien casi nadie recuerda, Gonzalo de Reparaz, hablaba de una gran nación hispanomauritana que abarcaba desde los Pirineos hasta el Atlas, en el África Mediterránea, con el Estrecho de Gibraltar como centro y Córdoba como capital ideal. Caminando por la frontera de Melilla con Nador por la mañana temprano, nadie pensaría que ese autor existió alguna vez, ni que alguien pudiera imaginar algo semejante. Aunque algunos políticos y medios de comunicación hablasen esta semana de “invasión” de Ceuta y Melilla, este amanecer no es distinto a otros, salvo por la mayor presencia de la Guardia Civil, de la Policía, del Ejército. Hace unos años, esto no era necesario, y la gente pasaba con tranquilidad a un lado y otro de la frontera, ya fuera a trabajar o para cambiar de playa y darse un baño. La mezquindad de la clase política marroquí, que desprecia la vida de sus ciudadanos y utiliza su pobreza como arma arrojadiza, cuando no sus propios cuerpos, sólo es comparable a la poca sensibilidad que se muestra por el vecino desde España, al que habitualmente se le desprecia y desconoce. Históricamente, Marruecos ha sido para los españoles una tierra de vergüenza y dolor, cuyo mayor símbolo puede haber sido el desastre de Annual, cuyo aniversario se recordaba recientemente. Una guerra provocada por generales fanáticos deseosos de alcanzar méritos, como Francisco Franco, que luego llevaría esa locura a la península. Una guerra, la de Marruecos, que también fue de hermanos, pues cualquiera que se haya molestado un poco en conocer a los marroquíes se habrá dado cuenta de que no nos diferenciamos tanto. De hecho, al contrario de lo que piensa Mohamed VI, es probable que los ciudadanos marroquíes prefieran españolizar (o europeizar) todo Marruecos que ocupar Ceuta y Melilla. Pero aquí tampoco se hacen las cosas mucho mejor, y a la vez que se condena “diplomáticamente” a este monarca medieval, se le paga para que controle la migración en sus fronteras, ese asunto tan desagradable. Porque no se ve tan mal que sea el ejército marroquí el que reprima y gasee a sus ciudadanos. Los pocos que escapen y logren saltar la vaya o cruzar a nado los espigones, podrán ser rescatados del agua por nuestros legionarios, que son fuerzas de paz. Quizá, lo que habría que hacer es derribar las fronteras de estas dos ciudades, para que la gente entre y salga libremente. Al menos los jóvenes marroquíes sabrían que en los estadios de Ceuta y Melilla no suele jugar al fútbol Cristiano Ronaldo.

IDEAL (La Cerradura), 23/05/2021

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