Un
escritor a quien casi nadie recuerda, Gonzalo de Reparaz, hablaba de una gran
nación hispanomauritana que abarcaba desde los Pirineos hasta el Atlas, en el
África Mediterránea, con el Estrecho de Gibraltar como centro y Córdoba como capital
ideal. Caminando por la frontera de Melilla con Nador por la mañana temprano,
nadie pensaría que ese autor existió alguna vez, ni que alguien pudiera
imaginar algo semejante. Aunque algunos políticos y medios de comunicación
hablasen esta semana de “invasión” de Ceuta y Melilla, este amanecer no es
distinto a otros, salvo por la mayor presencia de la Guardia Civil, de la Policía,
del Ejército. Hace unos años, esto no era necesario, y la gente pasaba con
tranquilidad a un lado y otro de la frontera, ya fuera a trabajar o para
cambiar de playa y darse un baño. La mezquindad de la clase política marroquí,
que desprecia la vida de sus ciudadanos y utiliza su pobreza como arma
arrojadiza, cuando no sus propios cuerpos, sólo es comparable a la poca sensibilidad
que se muestra por el vecino desde España, al que habitualmente se le desprecia
y desconoce. Históricamente, Marruecos ha sido para los españoles una tierra de
vergüenza y dolor, cuyo mayor símbolo puede haber sido el desastre de Annual,
cuyo aniversario se recordaba recientemente. Una guerra provocada por generales
fanáticos deseosos de alcanzar méritos, como Francisco Franco, que luego
llevaría esa locura a la península. Una guerra, la de Marruecos, que también
fue de hermanos, pues cualquiera que se haya molestado un poco en conocer a los
marroquíes se habrá dado cuenta de que no nos diferenciamos tanto. De hecho, al
contrario de lo que piensa Mohamed VI, es probable que los ciudadanos
marroquíes prefieran españolizar (o europeizar) todo Marruecos que ocupar Ceuta
y Melilla. Pero aquí tampoco se hacen las cosas mucho mejor, y a la vez que se
condena “diplomáticamente” a este monarca medieval, se le paga para que
controle la migración en sus fronteras, ese asunto tan desagradable. Porque no
se ve tan mal que sea el ejército marroquí el que reprima y gasee a sus
ciudadanos. Los pocos que escapen y logren saltar la vaya o cruzar a nado los
espigones, podrán ser rescatados del agua por nuestros legionarios, que son
fuerzas de paz. Quizá, lo que habría que hacer es derribar las fronteras de
estas dos ciudades, para que la gente entre y salga libremente. Al menos los
jóvenes marroquíes sabrían que en los estadios de Ceuta y Melilla no suele
jugar al fútbol Cristiano Ronaldo.
IDEAL (La Cerradura), 23/05/2021
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