Leo
el periódico en una cafetería y pienso que al alcalde de Granada, Paco Cuenca,
no podrá achacársele falta de iniciativa ni de empeñarse en transmitir ilusión
por un proyecto de ciudad, aunque tenga que enfrentarse a su partido en el
Gobierno por la sede de la Agencia de Supervisión de la Inteligencia Artificial
o marcarse un baile en TikTok en el balcón de su casa, al borde del vacío. Se
ve que le puede más su amor a Granada, esa especie de bendición y maldición al
mismo tiempo que le cae a quien nace o vive aquí. Pero “¿por qué el alcalde
tiene tan pocas canas?”, me pregunta una amiga sacándome de mis ensoñaciones. “Pues
no sé”, le digo. “La verdad es que tiene pocas para los malos ratos que le debe
dar el cargo”. “Lo mismo los compensa con alegrías”, dice mi amiga. Aunque en precampaña
electoral y con la deriva actual del Gobierno de la nación, las alegrías pueden
ser pocas. Sin embargo, lo que ocurra a nivel estatal no debería influir tanto
en el ámbito local. Miro la taza de café y pienso que, en España, la política
parece un experimento de vasos comunicantes. ¿Hay que castigar al alcalde por
lo que hacen el presidente del Gobierno o sus socios de coalición? Después de
los últimos esperpentos municipales, ¿ha demostrado Paco Cuenca ser un buen
alcalde? Quizá debería haber soltado más lastre y cortado por lo sano con
algunos trileros de la política municipal y pecar de menos afán de
protagonismo. “Cuenca pone al mundo mirando a Granada”, dice el eslogan
socialista. Las ciudades, como las personas, imprimen carácter, y a veces es
difícil sobreponerse. “Quiero irme, quiero quedarme”, nos decimos, porque
Granada funciona como un imán que te atrae y te repele. Por eso la ciudad
exporta artistas al mismo tiempo que los atrae de todas partes del mundo, ya se
instalen en la capital o en ese reino de la bohemia en el que se ha convertido
la Alpujarra. “¿Tú crees que se tinta el pelo?”, me dice de nuevo mi amiga,
ahora que yo estaba pensando en el resurgir del reino chico de Boabdil.
“Entonces no se le vería ninguna”, contesto. “A no ser que se tinte sólo una
parte para parecer más natural”, dice ella. Levanto la vista del periódico para
darle un sorbo al café y veo la Sierra, imponente y nevada todavía. Quién sabe.
Lo mismo fallan los pronósticos y Paco Cuenca siga peinando canas en el
Ayuntamiento.
IDEAL (La Cerradura), 19/03/2023
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