lunes, 24 de junio de 2024

Singularidades

Reconocer la singularidad de Cataluña en la financiación autonómica y encarar el problema regional español, como lo llamaba Ortega y Gasset, no tendría que ser un problema político, pero lo es cuando no se siguen los cauces legales para abordarlo. Si se quiere reformar el sistema de financiación autonómica, deberá convocarse el Consejo de Política Fiscal y Financiera para que estén presentes todas las comunidades autónomas, incluyendo a País Vasco y Navarra que, como Cataluña, deben participar en los mecanismos de solidaridad. El problema se plantea cuando se ponen parches y se hacen reformas parciales del sistema en función de las necesidades de gobernabilidad del Estado, sin abordar la cuestión en profundidad, sino por las urgencias del partido que quiere mantenerse en el Gobierno o que quiere ostentar el de la comunidad autónoma correspondiente. Pero España no se rompe por reconocer la singularidad de Cataluña, que es una realidad histórica, como las de País Vasco y Navarra. Otra cosa es que se quiera que en todas las comunidades autónomas se presten los mismos servicios públicos esenciales, independientemente de los sueños identitarios y del nivel de riqueza, algo que habrá que explicar a los ciudadanos sin recurrir a la demagogia. Crean más desigualdades los líderes obtusos que los que promueven la república de su casa. Reconocer la complejidad territorial de España es compatible con defender la unidad, siempre que se reconozca la singularidad territorial e individual. Porque quienes no reconocen las diferencias institucionales difícilmente respetarán los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos, ya sean de credo o de género. Unidad en la diversidad y un derecho que acoja a todos son la base de la UE y de cualquier Estado democrático. Los que defienden con tanto ahínco la Transición y la Constitución española deberían recordar que fue el fruto del acuerdo entre contrarios y que, en su texto, recoge las singularidades territoriales e institucionales de una manera específica: País Vasco y Navarra, sí, pero también Canarias y Baleares, por no hablar de Ceuta y Melilla. Podrían ser asimismo Barbate o Granada, ciudad singular entre las singulares y que, siendo de las más turísticas, es de las peor comunicadas.  A ciudadanos y políticos se nos llena la boca con la palabra solidaridad, pero la realidad es que no somos solidarios, incluso con los bienes más básicos, como el agua. Baste de ejemplo las reacciones a la decisión de ceder el excedente de agua de riego del pantano del Negratín a la provincia de Almería. ¿Singulares? Parecemos más bien egoístas y simplones.

IDEAL (La Cerradura), 23/06/2024

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