Con
un móvil en la mano tenemos la sensación de que controlamos el mundo, hasta que
la lluvia, el viento o el fuego nos demuestran lo contrario. Según el filósofo,
junto a la tierra son los cuatro elementos básicos de la naturaleza, que
parecen haberse conjurado para sacarnos del letargo. Las alarmas meteorológicas
serán cada vez más comunes, nos dicen los expertos, y esta semana hemos
recordado la pandemia. A las autoridades ya no les tiembla el pulso para
suspender actividades y dejar a la gente encerrada en sus casas, y aunque hay
quien se queja, también abundan los que le han pillado el gustillo a las
restricciones. Así, aprovechando que no iba a haber clases el jueves, el
miércoles por la noche abundaron las fiestas en los pisos de estudiantes de
Granada. Ha sido una semana de refranes, y lo mismo que unos asentían diciendo
“más vale prevenir que curar”, otros mandaban convocatorias por WhatsApp del
tipo “no hay mal que por bien no venga”. Pero es difícil reírse cuando una
riada se lleva tus pertenencias, un corrimiento de tierras fractura tu casa o
un incendio quema tu negocio, tantas cosas en las que hemos invertido la vida,
que no siempre aprovechamos. Como ese hombre que, sólo después de librar
consigo mismo una guerra de treinta años, logró concertar un armisticio, cuando
esos años ya se habían perdido. Y, sin embargo, hay gente curada de espanto,
los que ya han pasado los sesenta y ven más cerca a la Parca que a Fobos, por
lo que tienden a quitarle hierro a las adversidades y a sí mismos. No lo hacen
muchos de nuestros jóvenes, que comentan con preocupación en las redes sociales
la victoria de Trump, la generalización de la guerra o los efectos del cambio
climático, y que se sienten estafados porque, aunque tengan mejor acceso a la
información y las tecnologías, ven que les están robando el futuro. Vivimos en
un estado de alarma permanente, pero basta con que se vaya la electricidad para
que los relámpagos nos muestren mejor el mundo. Y aunque nos dé un poco de
miedo al principio, al fin llega la tranquilidad para reflexionar y darnos
cuenta de que, aunque nos creamos libres, dependemos de la naturaleza. Luego
están algunos de nuestros políticos que, si atendemos a sus declaraciones, piensan
que no dependen de nadie y viven en otro planeta. Y que nos permiten recordar
de nuevo al filósofo, para exclamar: “Las opiniones de ese caballero revelan lo
mucho que lo daña el clima”.
IDEAL (La Cerradura), 17/11/2024