Hasta
hace pocos años, la celebración de Hallowen en España era algo exótico. Más
bien, el Día de Difuntos estaba reservado para visitar las tumbas de los
familiares en el cementerio y arreglarlas un poco, y no era raro ver a una
mujer limpiando la lápida plumero en mano, barriendo y colocando las flores
como si se tratase del salón de casa. “Para que estés más a gusto, Paco”; me la
imaginaba yo pensando. “Que hasta muerto hay que estar limpio y guapo”. De
hecho, hay quien trata a los muertos como si estuvieran vivos –quizá porque te
escuchan pacientemente, en un silencio sepulcral-, y en algunos países de
Hispanoamérica no es raro llevarles la comida al cementerio o incluso cantarles
canciones u organizarles una fiesta, como la que el Ayuntamiento de Granada les
ha aguado a los organizadores del Palacio de Congresos. Lo raro ahora, sin
embargo, es no salir disfrazado y con una calabaza en la mano, con lo que cada
vez nos parecemos más al jinete de Sleepy Hollow, que, como saben, no tenía
cabeza. Pero es de lo que se trata, y para eso están los maratones de películas
de zombis y vampiros en algunas cadenas de televisión. Aunque para asustarnos
nos basta ver el telediario, donde cada vez asoman más políticos buscando al
fantasma del trabajo, de la sanidad o de la educación, los tres espíritus que
nos prometieron un futuro mejor. Mientras, las grandes entidades financieras,
que no necesitan máscara –ya se la ponen nuestros responsables públicos-,
tienen un 80% más de beneficios que el año pasado, gracias al dinero de los
contribuyentes españoles, que son accionistas fantasmas y pobres de solemnidad.
Pero no pasa nada, por suerte tenemos el Día de Todos los Santos, que viene
justo antes del de los Difuntos. ¿Hemos encendido alguna vela por el futuro del
país? Cristóbal Montoro, que parece salido de una película de vampiros, dice
que “la gente ya empieza a notar la recuperación”. Obviamente, se refiere a
Emilio Botín y otros cuantos, que han preparado el guión de la superproducción
“La sangre de España”, en la que los protagonistas acuden al Palacio de la
Moncloa para tratar de revivir el cadáver del país vertiendo sobre sus cenizas
las cifras del paro. De hecho, Montoro ha dicho también que es “un entregado al
cine, un devoto”. Dios mío, después de arruinar a los directores españoles, lo
mismo lo ficha Tim Burton para interpretar a Ichabod Crane: después de
encontrarse con el fantasmal jinete, el pobre perdió la cabeza.
IDEAL (La
Cerradura), 3/11/2013
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