He
leído que el Arzobispado de Granada ha publicado un libro en el que aconseja a
la mujer ser sumisa, y la verdad es que su autora, Costanza Miriano, lo parece,
a juzgar por la fotografía de su blog, donde luce un escote que le llega al
ombligo y del que, obviamente, sólo podrá disfrutar su marido. “Cásate y sé
sumisa”, se titula el libro, que hoy en día recuerda más al título de una
película porno o de bodrios como “Cincuenta sombras de Gray”, el libro
predilecto, como se sabe, de los presos de Guantánamo. Pero también es curioso
el título de la editorial que publica el libro, “Nuevo inicio”, que remite a
una época postapocalipisis. Aunque atendiendo a la información publicada por la
editorial, parece más bien la era postcoito: “Y entre nosotras, podemos
decirlo: debajo siempre se coloca el que es más sólido y resistente, porque
quien está debajo sostiene el mundo”. Olalá. ¿Éste es el libro de cabecera
recomendado por monseñor Martínez? “Esposas, estad sujetas a vuestros maridos”,
decía San Pablo a los Efesios. ¿No se lo diría a los adefesios? La propia
Costanza le confesó al Papa que su mayor ilusión era someterse valientemente al
esposo. ¿Nadie le ha explicado lo que significa el sometimiento? Con todo,
tampoco debe ser tan terrible eso de ser sumisos. Lo somos continuamente en
cuestiones que tal vez tengan más importancia que las relaciones íntimas,
donde, a fin de cuentas, cada cual hace –si le dejan- lo que le pone más. La
realidad es que ya nos despelotamos públicamente, sin necesidad de látigos y
esposas. Hemos renunciado al trabajo, a la educación y a la sanidad. Nos
recortan derechos y libertades, nos suben los impuestos, nos desahucian y hasta
nos quitan el pan de la mesa, pero no veo tanta unanimidad en los partidos y
las instituciones en la condena pública. Personalmente, no me importa lo que
piense Miriano sobre lo que deben hacer las mujeres dentro o fuera de casa o lo
que piense el arzobispo, que a la vista está; lo que me asombra es que seamos
tan sumisos y tan hipócritas, quedándonos como siempre en la superficie de las
cosas, reduciéndolo todo a una cuestión de género. El límite de la libertad de
expresión se encuentra en la injuria, por lo que Constanza Miriano puede
publicar lo que le dé la gana. Otra cosa es que editorial y autora insulten
nuestra inteligencia. Pero más lo hacen nuestros responsables públicos y no
pasa absolutamente nada.
IDEAL (La Cerradura), 17/11/2013
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