La esperanza del 2014 es la de esos niños que esta semana paraban a
coches y transeúntes en las calles para pedirles “para el viejo”. Pero el viejo
se quemó fragmentado en miles de monigotes de papel, almidón y pintura con la
cara de jugadores de fútbol, políticos y superhéroes que luego cubrieron con
ceniza y humo el cielo de Guayaquil. A las once y media, cohetes y fuegos
artificiales marcaban los últimos pasos del 2013, que se recostaba en un mar de
luz. Toda la ciudad pareció incendiarse a las doce en punto, quemando los malos
ratos del pasado para invocar salud, amor, dinero y algún que otro propósito de
enmienda. En cada calle ardía la llama de una ilusión o una promesa, y el aire
arrastraba olor a pólvora, fuego y humo que envolvía figuras fantasmales,
desorientadas de pronto, hasta encontrar nuevamente su lugar, el orden de un
tiempo recobrado. Los brindis saludaron el año nuevo y la euforia estalló en
cientos de cohetes que volaron como deseos. Luego, poco a poco, mientras la
gente volvía a las fiestas y a sus casas, el 2014 empezó a andar, algo asustado
quizá por el ruido y la música. Pues el tiempo es un niño ya viejo, hecho de
luz y de cenizas.
EL Telégrafo (Zoom del Ecuador), 4/01/2014
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