Resulta
bochornoso el espectáculo que cada dos de enero nos ofrecen los extremistas de
derecha y de izquierda a la puerta del Ayuntamiento de Granada. Casi más
ridículo que seguir tremolando el pendón de los Reyes Católicos es gritarse
improperios con el cortejo municipal de por medio, como si esta fiesta, más que
una tradición, hubiera convertido en tradición las estupideces de falangistas y
anarquistas, que ciertamente son de otra época. Es verdad que la Toma podría
convertirse en una fiesta de la tolerancia, pero desde luego no la propician
quienes ni siquiera aceptan el paso de la historia. No sé si habría que cambiar
la fiesta de la Toma por la de Mariana Pineda, pero es absurdo juzgar o
explicar el pasado con las razones del presente, que, por desgracia, tampoco
nos conduce a un futuro mejor. Porque más importante que una fiesta es cómo se
celebra, y esta semana, a padres y niños les interesan más los Reyes Magos que
los Reyes Católicos. Así, quizá los gritos que se escuchen mañana serán: “¡Toma!
¡Me han traído la consola! ¡Y la bicicleta! ¡Y nada de carbón!” Ojalá, pues me
ha contado un paje que sus majestades andan un poco tiesas. Lo mismo le ocurre
al Rey de España, al que ya no escucha ni su familia, muy atareada en escurrir
el bulto. ¿No podríamos subirnos en una máquina del tiempo? Es lo piensa el
monarca, al que quizá le hubiera gustado acudir a la Capilla Real, lo que
además hubiera contribuido a subir la bilirrubina al señor arzobispo casi tanto
como los consejos de Constanza Miriano, por lo que no se hubiera perdido el
evento. Es lo que tiene fabricar “best-sellers”. Uno pone un poco de sexo
(aunque sea con la imaginación), otro poco de religión aderezado con historia y
unas cuantas ideas peregrinas (si han pasado por varios santuarios, mejor) y te
sale una novela de género sumiso. ¿O tal vez una celebración? Ni los inmutables
y terribles Reyes Católicos redivivos entenderían tamaño pifostio. “¡Toma!”,
exclamarían. Y eso sin conocer a Artur Mas, que ha pedido por carta a los
líderes europeos apoyo a la consulta, como si fueran los Reyes Magos. Si es que
este país se parece ya al “13, Rue del Percebe”. Lo dijo Jordi Pujol: “Cuando
se declare la independencia, los españoles ya no serán de la familia, pero
seguirán siendo vecinos”. Porque, entre unos y otros, en este 2014 vamos a
cantar eso de “Dale que dale que dale, toma que toma que toma”.
IDEAL
(La Cerradura), 5/01/2014
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