Kurt
Vonnegut ha imaginado un futuro en el que la humanidad nada y se alimenta como
los peces. Lo hace en una novela inclasificable, Galápagos, a caballo entre el género picaresco, de aventuras y la
ciencia-ficción. En Galápagos, los
últimos descendientes de la raza humana se embarcarán en el Bahía de Darwin, “el crucero del siglo
para el conocimiento de la naturaleza”, para hacer un viaje apocalíptico al
famoso archipiélago. No les contaré más de esta novela, aunque sí les
recomiendo leerla, porque es, entre otras cosas, una cura de humildad, y con un
gran sentido del humor Vonnegut nos hace reflexionar sobre las fiebres por la
tecnología, el dinero fácil o la crisis económica que sufren muchos países en
este momento. De las Galápagos no tuvo Charles Darwin una buena impresión al
principio: “Un campo quebrado de negra lava basáltica arrojada en medio del más
agitado oleaje y atravesada por grandes grietas, cubierta en todas partes con
arbustos enanos quemados por el sol, y con pocos indicios de vida”; leemos en
su primer libro, El viaje del Beagle. Pero
eso fue justo antes de descubrir uno de los secretos mejor guardados de la
naturaleza y de la propia humanidad. Y es que todo es una cuestión de tiempo,
como escribía Rafael Guillén: “El presente es recuerdo y el futuro
es pasado, el mañana es ahora y el ayer es mañana, el hoy es un después y el
pasado es ahora”. El futuro está en nuestras manos.
El Telégrafo (Zoom del Ecuador),
29/03/2014
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